El 26 de abril de 1986 el reactor número 4 de la central nuclear de Chernobyl explotó cuando se realizaba una prueba de seguridad. Durante diez días, el combustible nuclear ardió, despidiendo a la atmósfera elementos radiactivos que contaminaron, según algunas estimaciones, hasta tres cuartas partes de Europa, pero sobre todo Rusia, Ucrania y Bielorrusia, en aquel momento repúblicas soviéticas.

Un día después, Pripyat, la ciudad más próxima al reactor (a tres kilómetros) fue evacuada de emergencia. La ciudad era un modelo del régimen soviético, ya que había sido construida expresamente para las familias de los trabajadores de la planta nuclear.

Contaba con todos los lujos de su época: red de transporte, centro comerciales, teatros, escuelas, centros deportivos.

Un controvertido informe de la ONU, de 2005, estimó en 4.000 las muertes ocurridas o por ocurrir en los tres países más afectados. Un año después, la organización Greenpeace evaluó en 100.000 el número de muertes causadas por la catástrofe.

Por su parte, las autoridades ucranianas habían dado cuenta, en 1998, de unos 12.500 muertos entre los liquidadores de la planta.

En noviembre de 2016 se instaló una gigantesca campana de acero, financiada por la comunidad internacional, sobre el reactor accidentado, un proyecto pensado para garantizar la seguridad del sitio en los próximos 100 años.

La campana, de 25.000 toneladas (36.000 toneladas con los diversos equipos previstos), "protegerá a nuestros hijos, nuestros nietos y nuestros bisnietos", afirmó el presidente ucraniano Petro Poroshenko.

Con información de AFP

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