Sonia, la mujer con piel de mariposa que vive con dolor las 24 horas del día
Y cuando despertó, la piel de su oreja ya no estaba ahí. Estaba en su almohada, otra vez. Lo mismo puede suceder a diario con la piel de sus manos, de sus piernas, de su espalda o de sus pies. De hecho, fue la piel de su pie la que se quedó pegada en el calcetín a los tres días de nacida y su madre supo que algo no estaba bien.