Tijuana.— Un bebé gatea sobre las piernas de su madre en una de las bancas de metal dentro de la central camionera. Otros tres hombres, parados, permanecen a uno o dos pasos y entre ellos, todos venezolanos, se preguntan si alguno consiguió un lugar para dormir.

Desde que fueron retornados de Estados Unidos nadie sabe qué hacer ni a dónde ir y pernoctan donde la noche los alcanza, en la calle, si tienen suerte en algún albergue en Tijuana o incluso en el piso de ese lugar.

“Todavía no perdemos la fe de poder cruzar”
“Todavía no perdemos la fe de poder cruzar”

Migrantes como Jesús Navarro llegaron a la ciudad tras ser retenidos en áreas carcelarias habilitadas en la zona agreste de los desiertos en El Paso, Texas, donde cruzaron. Llegaron a una región en plena crisis migratoria con los más de 30 albergues que operan en la ciudad saturados y con una población por encima de su capacidad.

“Todavía no hemos perdido la fe de que se pueda [cruzar] porque antes de la ley que dieron [retornos bajo Título 42] nosotros estábamos detenidos mucho antes de eso, solamente que nos tuvieron detenidos hasta que salió la ley y nos expulsaron”, explica Jesús sin saber cuál será su suerte ese día ni dónde dormirá, “por eso vemos algo de injusticia”.

Mientras él y otros tres hombres intercambiaban información, otras familias extendían su cuerpo en el suelo de la central camionera, el único lugar en el que pudieron descansar y les permitieron dormir. La comida, escasa y cara, no era opción. Un par de galletas y café es lo que se compartían para sobrevivir la falta de atención.

Al preguntar su lugar de origen se escuchaban las voces que salían desde el suelo, familias enteras, pero la mayoría hombres jóvenes que nombran su hogar: Zulia, Táchira, Trujillo, Palmeras, Caracas y Miranda, pero sin duda Táchira, uno de los 23 estados que existen en Venezuela, es el que más resuena entre el grupo de migrantes que se aferra a la central como su único lugar seguro en una de las ciudades más violentas de México.

La coordinadora del Desayunador Salesiano Padre Chava en Tijuana, Claudia Portela, comenta que es uno de los pocos albergues que recibieron migrantes venezolanos: 40 en total. Primero un grupo de 18 hombres, luego 14 mujeres y finalmente un último grupo de ocho personas. Tras su llegada, cerraron puertas debido a que no había más espacios para nadie.

“Todavía no perdemos la fe de poder cruzar”
“Todavía no perdemos la fe de poder cruzar”

“Llorando te decían que no tenían donde quedarse, te pedían aunque sea una muda de ropa”, explica Claudia mientras coordina la entrega de los más de mil desayunos que regalan de lunes a viernes para gente en condición de calle y migrantes, “algunos vinieron a bañarse, las mujeres sólo vinieron a desayunar”.

Jesús Enrique es uno de los migrantes que llegó en el primer grupo retornado el 13 de octubre pasado. Al igual que otros, cruzó mucho antes, casi una semana, pero los oficiales de la Patrulla Fronteriza lo retuvieron durante días para expulsarlo una vez que entraron en vigor los cambios en la política migratoria.

De esos días recuerda que en El Paso, Texas, les dijeron que serían trasladados a San Diego, en donde los dejarían en libertad.

Pero una vez en el avión les colocaron esposas y al llegar a California los entregaron a autoridades mexicanas, quienes los recibieron y los llevaron al centro de detención del Instituto Nacional de Migración (INM) con unas 500 personas.

Ahí durmieron un par de días sin que les dieran otra información más que serían regresados a Venezuela, en ese momento estalló un motín en el que Jesús Enrique participó.

Bomberos, la policía municipal y otras corporaciones llegaron y contuvieron la movilización, trasladaron a un grupo a Mexicali y el resto terminó con un permiso de siete días y en la calle.

“Dicen que en los refugios no hay cupo, lo único que nos dijeron cuando nos soltaron es que podíamos venir a la central de camiones a comprar nuestro boleto para regresarnos”, recuerda.

“Ya llevamos cinco, seis días y sin plata... recursos no hay, pero no creo que la gente quiera volver... Irse pa’tras, con el rabo entre las piernas, regresar con las manos vacías, no va”, comenta Jesús Enrique.

De los más de mil migrantes, sólo quedan unos pocos, el gobierno municipal habilitó la Unidad Deportiva Reforma como un albergue temporal, en el que actualmente hay unos 10 venezolanos: seis niños y el resto adultos. La mayoría de los migrantes que llegaron a Tijuana se trasladaron a Ciudad de México para tramitar su pasaporte y así pedir asilo en Estados Unidos.

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