“Que yo recuerde, en toda mi vida no habíamos tenido un frío como éste —de menos nueve grados centígrados— son las heladas negras, por la mañana el agua se congela y todo se quema”, dice Agustín, de 65 años.

Él y su esposa Alicia platican lo difícil que resulta continuar con la rutina, pues sobreviven lavando ropa ajena. La mujer muestra sus manos hinchadas y enrojecidas por el agua, que está a nada de convertirse en hielo.

Acayuca, comunidad del municipio de Zapotlán, ubicada en un llano, ha registrado la temperatura más baja del país. Aquí el viento helado pega con fuerza.

“Que yo recuerde, en toda mi vida no habíamos tenido un frío como éste”, dice Agustín, quien tiene 40 años de casado y a quien hace dos le amputaron la pierna, luego de un accidente laboral como guardia de seguridad. Confinado a una silla de ruedas depende de Alicia y de su trabajo lavando ropa ajena.

“Yo ya no puedo hacer otra cosa, no aguanto el quehacer y lo único que puedo es lavar aunque tengo artritis, pero no me queda de otra y sólo sé algo: que no voy a pedir limosna”, afirma.

Aunque Alicia y Agustín tuvieron cuatro hijos, viven solos en un cuarto que un familiar les prestó. La habitación donde duermen tiene un techo alto de casi cuatro metros, por ello el lugar parece un enorme congelador.

Para él es difícil ver que Alicia deja la vida en el lavadero. A ella le duelen las manos y los dedos no responden por el frío, su jornada de trabajo empieza a las 8:00 de la mañana y termina a las 5:00 de la tarde, con un pago de 200 pesos al día, con el que podrá llevar a su esposo al tianguis de los martes para que se distraiga.

Ayer fue martes y Agustín no pudo salir a comer quesadillas, el frío y el agua congelada no han dejado que Alicia pueda lavar. “Me preguntó: ‘¿Hoy no vamos a ir al tianguis?’ y le respondí: ‘No, y él ya sabe por qué’”.

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