. — Nalleli sintió un puñetazo en su espalda y, al abrir los ojos, lo primero que observó fue una pistola apuntando a su cabeza, la cual era sostenida por su esposo, un policía de Tijuana, quien le dijo: ¿Quién es ese hijo de…? Mientras él hedía a alcohol y alucinaba, ella reventó en llanto. Sobrevivía a los puños violentos de esa primera vez, que no sería la última.

El 18 de diciembre de 2022 Jonathan Onuel intentó matar a Nalleli. Las primeras horas de ese día, ya separados, ingresó a su casa sin permiso y la golpeó hasta desfigurarle el rostro, cuando estaba casi inconsciente la sacó de ahí y la metió a un coche a la fuerza.

“En el primer golpe entré en shock... ‘¡Me sirves más muerta que viva!’, me decía mientras me golpeaba sin dejarme respirar”, recuerda, “como pude, volví a la consciencia y me dijo: ‘¿Sigues? Entonces te voy a llevar al cerro a matarte’, varios vecinos vieron todo y no hicieron nada”.

Mientras él manejaba, ella intentaba escapar; fueron desconocidos que caminaban en un sobre ruedas quienes la rescataron.

Uno de ellos se acercó desde el lado del copiloto para preguntar qué pasaba. Jonathan le gritó que no se metiera, que lo había engañado y merecía morir. El hombre se retiró mientras Nalleli le pedía con la mirada que no la abandonara.

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Pasaron unos segundos cuando otro joven preguntó qué ocurría. Recibió la misma respuesta, que no interviniera, al desconocido no le importó y la tomó del brazo con fuerza, la jaló para sacarla, el sujeto que se había retirado regresó y lograron rescatarla. Sin saberlo, ese día le salvaron la vida.

En ese momento llamó al número de emergencia, cuando llegó una oficial para atender el reporte le reclamó: “¿Por qué no lo denunciaste antes? Es policía. ¿Estás segura?”.

Los últimos meses Nalleli vivió en el Centro de Justicia para Mujeres (Cejum) y con familiares. Ella, como otras mujeres, fue desplazada por violencia de género.

El informe Desplazamiento interno, migración y retorno en la frontera norte de México, publicado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), reveló que las causas principales del desplazamiento en Baja California son la presencia de la delincuencia organizada, agresiones, cobros de piso y violencia basada en género.

Pablo Cabada, asistente de Protección para Personas Desplazadas Internas de la OIM, dijo que es difícil que mujeres se reconozcan desplazadas y víctimas de violencia de género: “En Tijuana, 87% de desplazados internos son mujeres y 8% nos dijo que era por violencia basada en género... trabajando con otras instituciones nos contaban cómo suele ser la pareja que es parte de un grupo criminal, quien amenaza a la mujer y a su familia y sus hijos utilizando este poder que tiene”.

En junio de 2021 la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) declaró Alerta de Violencia de Género en los municipios de Baja California.

A pesar de ello, en 2022 el estado fue el segundo del país con más mujeres asesinadas, con 276 investigaciones abiertas.

El 6 de enero, la Fiscalía General de Justicia del Estado (FGE) logró la detención de Jonathan cuando intentaba cruzar a Estados Unidos, pero un juez ordenó su libertad debido a un amparo que aún no había sido otorgado. En una segunda audiencia una nueva juez rechazó la medida cautelar de prisión preventiva.

“Cuando [Jonathan] escuchó que ordenaron su libertad sonrió como cuando me golpeaba”, recuerda Nalleli.

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Fue hasta el 16 de enero cuando la juez no sólo ordenó su encarcelamiento, también cambió el delito de intento de feminicidio por secuestro agravado.

Desde ese entonces, Jonathan ha solicitado tres amparos, todos le han sido negados.

Tras su detención, el exesposo de Nalleli fue dado de baja de la corporación. Habían pasado un par de días cuando recibió la llamada de su exsuegra.

Desesperada, la madre de Jonathan le preguntó: “¿Cuánto dinero quieres por retirar los cargos?”, recuerda Nalleli, quien rechazó la oferta y le dijo que su tranquilidad no tenía precio, “pero no te mató”, fue la respuesta que recibió.

En febrero, a un mes del encarcelamiento de Jonathan, la nueva pareja de Nalleli fue asesinada. Durante una cita habían ido a comprar comida, ambos iban a entrar al coche cuando un par de desconocidos se les emparejaron y desde ahí le dispararon.

A cinco meses del homicidio, Nalleli, como puede, sostiene una sonrisa. Piensa que el mejor legado es ser feliz junto a sus hijos.

La mujer apenas recuerda aquel hogar que construyó durante 12 años de matrimonio, de él sólo quedan un par de cuadros y los vestigios de aquella golpiza donde casi le arrebatan la vida.

“Aquí ya no tengo nada que hacer”, dice mientras explica que seguirá con el proceso penal en contra de Jonathan, porque es una deuda con ella y con las personas que fueron víctimas de su violencia, “no hay nada como estar en paz, sí, tal vez lejos, pero en paz”.

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