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El asesinato de Guadalupe Campanur es un misterio que ha provocado indignación, incertidumbre y enojo en Cherán, Michoacán, pues Lupe, como la conocían sus amigos y familiares, fue una de las cuatro mujeres que en 2011, cuando este pueblo de la meseta purépecha se organizó para defenderse del crimen organizado, se integró a la Ronda Comunitaria que se encargaba de la seguridad en el territorio.

Algunos de los que fueron sus compañeros en la Ronda recuerdan que Lupe rompió con parte del machismo que ha forjado la idea equivocada de que las mujeres no pueden hacer las mismas labores que un hombre.

“Para ser guardabosques y andar en el cerro necesitas tener mucha resistencia física, conocer bien el territorio y tener valor para saber cómo actuar en un enfrentamiento (…) ella siempre trabajó igual que todos”, dice uno de sus compañeros, quien prefiere hablar desde el anonimato debido a que no está claro de dónde pudo venir la agresión contra ella y por qué motivo la mataron. Aquellos eran días de jugarse la vida en cada recorrido por el bosque, ya fuera para proteger a quienes trabajaban en la reforestación o para vigilar que los talamontes no siguieran depredando.

Su cuerpo lo encontraron la noche del martes 16 de enero y por lo menos 10 días antes algunos de sus amigos se preguntaban por ella, pues no la habían visto; algunos recordaron que el 3 de enero había salido un camión con mujeres que buscaban cruzar a Estados Unidos, algo común en Cherán, y pensaron que tal vez Lupe lo había abordado. Creyeron que pronto sabrían de ella.

Los peritos de la Fiscalía de Michoacán informaron a las autoridades comunales que al menos dos personas atacaron a Lupe, que la violaron y asfixiaron en el lugar donde la encontraron desnuda días después, que los animales le comieron el rostro, que su ropa estaba intacta y acomodada a unos metros de su cuerpo, que no le robaron nada de lo que traía en una pequeña bolsa, pero que no encontraron ni sus zapatos ni su teléfono celular.

Lupe sabía defenderse, estaba entrenada, un solo hombre no habría podido someterla, coinciden muchos de los que la conocían; sabía cuidarse, no salía con nadie que no conociera. Pero no sólo era aguerrida en el monte, su valentía y amor por su comunidad lo demostraba también de otras formas, recuerda Genoveva Pedroza, una de sus mejores amigas.

“Cuando dejó la Ronda decidió seguir trabajando por la comunidad, nos ayudó mucho en el Concejo de Bienes Comunales y lo hacía de forma voluntaria (…) además se involucraba en otras actividades de la comunidad, lo último que andaba haciendo con otros compañeros era un registro de las aves que hay aquí”, dice.

Genoveva recuerda a Lupe como una mujer libre, rebelde, que remó a contracorriente en muchas cosas, que se entregaba apasionadamente a su comunidad, que decía lo que pensaba y nunca estaba de acuerdo con las injusticias; recuerda su habilidad para bordar telas y amistades: “Eso se vio en su funeral, vino mucha gente a despedirla”.

En Cherán muchos están indignados por lo ocurrido con Lupe, muchos buscan respuesta a un hecho que, desde que tomaron el control de la seguridad, parecía imposible, muchos exigen justicia y pronto.

Aunque hasta el momento las autoridades comunales no han emitido un posicionamiento respecto a lo ocurrido, han iniciado una investigación paralela a lo que lleva por su lado la autoridad estatal.

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