EL DEPORTE ANCESTRAL DEL PUEBLO ÑU’U SAVI
Mixtepec.— Hace 15 años, cuando Francisco regresó a Yucunani, su comunidad de origen, tras 10 años en Estados Unidos, sus vecinos lo invitaron a sumarse al seku, un juego ancestral del pueblo ñu’u savi de Oaxaca. Desde entonces forma parte de este deporte que se juega formalmente al menos tres veces al año en un contexto ritual, pero que poco a poco, durante 25 años, se ha ido recuperando como algo cotidiano.
“Es emocionante ver que lo retoman como un deporte del diario. Da mucha esperanza ver que se ha ido recuperando, significa que no se va a extinguir. Lo que queremos en un futuro es organizar torneos con otras comunidades para que se integren y así podamos jugar todos”, dice Francisco emocionado, mientras se lleva a cabo un partido de exhibición entre mujeres, antes del anochecer en Yucunani.
Esta pequeña comunidad que habitan apenas unas 130 personas, se ubica en las montañas de la Mixteca, en el municipio de San Juan Mixtepec. Aunque se caracteriza por un alto índice de migración, es de las pocas comunidades que comenzó a retomar el seku como un deporte local, principalmente entre infantes y jóvenes.
Aquí casi todos lo juegan, lo único que se necesita es poder correr, por lo que el seku se ha vuelto una forma de diversión para las nuevas generaciones: “Le enseñamos a nuestros hijos y a los jóvenes que van y vienen a la comunidad para que nunca se acabe”, dicen los pobladores.
El seku es un juego prehispánico que forma parte de la celebración del pedimento de la lluvia que realiza el pueblo ñu’u savi de Yucunani a finales de abril. Después de entregar una ofrenda de comida, tepache y pulque a la casa de la lluvia, una cueva de casi cinco metros de profundidad, para el pedimento de la cosecha y buena temporada de lluvia, los equipos se alistan para el torneo.
Son las autoridades o la mayordomía quienes previamente lanzan una convocatoria para que asistan al encuentro del seku, que también se juega en la fiesta patronal de San Juan Mixtepec y en otras fechas importantes para la comunidad.
De acuerdo con los testimonios, el seku se juega en equipos. Cada uno lo conforman cinco participantes y tiene que haber por lo menos dos para un torneo. El objetivo es meter más bolas en la portería del equipo contrario: “Quien mete más bolas hace más puntos. Al inicio se empieza en el centro con un volado para ver qué equipo saca primero”, explican.
Cada partido dura de 20 a 30 minutos y a la mitad se hace una pausa para cambiar de posición en el espacio de juego, una terreno plano de uso comunal.
Francisco Santiago explica que para jugar se necesita una bola hecha con el tallo del árbol pipi, aunque otras comunidades usan el árbol del palo azul, el cual resiste más el fuego durante el juego, un elemento vital para este deporte.
Antes de usar la pelota, ésta tiene que introducirse en una fogata hasta que agarre suficiente fuego, pues el seku se practica en la noche y es de esa forma como se distingue la bola.
La pelota en llamas debe ser golpeada con un palo de casi un metro de largo con la punta curvada, con el objetivo de que avance hacia unos postes que marcan las entradas, es así como se logran los puntos.
Es por ello que el seku se juega de noche, con el perímetro marcado con una antorcha: “El fuego marca hasta dónde están las líneas, el centro, las esquinas”, explican los jugadores mientras esperan su turno.
Deporte nocturno
Los habitantes ñu’u savi o del pueblo de la lluvia explican que los partidos se realizaban de noche porque es cuando las actividades cotidianas daban un respiro para el esparcimiento.
Francisco, por ejemplo, narra que su abuelo le contaba que antes no había tiempo para jugar porque todos se dedicaban a trabajar y hasta que terminaban se daban un espacio para un partido de seku: “Cuando terminaban sus quehaceres comenzaban y como ya era de noche, el fuego era para que se guiaran los jugadores y no salirse del área. Si se salen, le toca sacar al otro equipo, así como en el futbol”, detalla.
En realidad, confiesa el joven, en Yucunani nadie recuerda cuándo ni cómo inició el juego, pero saben que los abuelos y tatarabuelos lo jugaban el 24 de abril tras el pedimento de la lluvia.
En la parte alta de la región, en comunidades como Yanhuintlán, Nochixtlán y Tamazulápam se ha documentado otro deporte con las mismas características denominado La Batalla, pero en su caso no hay certeza de dónde y cuándo surgió, ni cómo se practicaba.
De acuerdo con Omar Aguilar Sánchez, arqueólogo y experto en interpretación de códices del pueblo ñu’u savi, el seku es una variante de lo que fue el juego con bastón, también llamado pelota mixteca y que se practicaba durante el periodo posclásico. Explica que este deporte ancestral y ritual ha sobrevivido en algunas comunidades de Oaxaca, pero que no tiene una representación en los códices.
“En términos de los códices mixtecos no hay ninguna representación del seku o del juego de pelota con bastón, conocido ahora como pelota mixteca, pero donde sí pueden encontrarse referencias es en murales de Teotihuacán”, afirma.
Nuevos tiempos
Ancestralmente, el seku lo jugaban exclusivamente los hombres, pero tras su rescate, hace unos 25 años, poco a poco se han integrado las mujeres. Actualmente, sin importar su sexo, desde infantes todos lo juegan para divertirse.
“Yo recuerdo que cuando era niña e iba a cuidar mis animales jugábamos con las piñas de los ocotales en cualquier espacio, para entretenemos y lo jugábamos de día, no de noche. Claro, en un torneo tradicional y formal, se jugaba de noche”, señala Bernardina Santiago, maestra originaria de Yucunani.
Tras participar en un partido de demostración con otras nueve mujeres que conforman dos equipos, Bernardina cuenta que el rescate e impulso al seku comenzó en 1999, pues antes se había dejado de jugar por varias décadas hasta casi caer en el olvido.
Según los pobladores de Yucunani, fue a finales de los años 90 cuando personal docente de la jefatura de la zona escolar de San Juan Mixtepec comenzó a promoverlo en un plan piloto, para el rescate de los juegos tradicionales. Desde entonces, cada día más personas lo juegan a nivel local.
“Siempre vamos a estar agradecidos con los maestros que lo retoman como parte de su plan de trabajo, nos ayuda a no dejar morir el deporte de nuestros abuelos”, agrega Francisco, antes de iniciar el siguiente partido en un llano ubicado sobre un cerro en Yucunani, espacio de la comunidad, a unos metros de la casa de la lluvia.