Cuando Salomón Lara Tlaltempa vio que le dispararon a su Benigno Marabel Tlaltempa dio un paso hacia el hombre armado, le tomó la mano, forcejeó hasta que logró que subiera la pistola y, con ello, también logró que los tiros que iban en su contra no fueran mortales: uno le rozó en la cabeza y el otro le atravesó el brazo.

Benigno murió en ese momento.

Eran las 4:30 de la tarde del 12 de julio, Benigno y Salomón estaban sentados sobre una acera de una de las calles que surgen de la avenida principal del municipio de Zitlala, en la región Centro de Guerrero, tomando una Pepsi mientras esperaban que pasara por ellos una patrulla de la Policía Estatal. Llevaban más de tres horas esperando, aunque habían quedado de verse a la 1 de la tarde.

—¿De dónde vienen? —preguntó un joven que se bajó de una camioneta blanca que se estacionó justo enfrente de ellos.

—De Quetzalcoatlán —contestó Benigno.

—¿De verdad? —le dijo el joven.

—Sí

—Saca tu identificación.

Benigno buscó en su mochila su identificación y se la mostró al joven.

—¿Y usted? —le preguntó ahora a Salomón.

—También de la misma comunidad.

Después el hombre sacó de su cintura un arma y a quemarropa le disparó a Benigno en dos ocasiones. Cuando Salomón reaccionó Benigno ya estaba tirado en el piso desangrándose.

El instinto lo llevó a que se abalanzara sobre el armado que lo tenía a menos de un metro de distancia. Le tomó el arma y comenzaron a forcejear hasta que el arma quedó hacia arriba. Aunque le alcanzaron dos tiros, uno le rozó la cabeza y el otro en el brazo.

El armado se subió a la camioneta y con los dos jóvenes que lo acompañaban salió corriendo.

Benigno y Salomón junto con otro poblador, llegaron a las 7 de la mañana a Zitlala. Iban acompañados de una de las dos patrullas de la Policía Estatal que desde junio del año pasado custodian en su comunidad, Quetzacoatlán.

Esa mañana, le pidieron un aventón a Chilapa a los agentes de la patrulla que cambiarían la guardia. Los policías, sin embargo, les dijeron que no los podían llevar hasta Chilapa y que los dejarían en Zitlala. Así sucedió.

Pero antes de separarse, les pidieron un número de celular para localizar a los nuevos agentes que regresarían a Quetzacoatlán a custodiar. Los policías se negaron y les dijeron que estuvieran a la 1 de la tarde en mismo lugar donde los dejaron.

Benigno y Salomón entonces tomaron un taxi rumbo a Chilapa para ir a cobrar al banco el pago del programa Procampo, mientras que el otro lo hizo en el ayuntamiento de Zitlala.

Cobraron y se regresaron: llegaron 20 minutos antes de la 1 de la tarde, donde quedaron de verse con los policías que los regresarían a Quetzacoatlan. Dieron la 1, las 2, las 3, las 4 y los policías no llegaron, los que sí llegaron fueron los jóvenes que los atacaron.

El 6 de enero de 2016, unos 25 hombres armados entraron a Quetzalcoatlán, esculcaron las casas y comenzaron a disparar a quien se les ponía enfrente. A algunos de los pobladores les dispararon por la espalda cuando corrían, a otros los alcanzaron y les tiraron a quemaropa. Después de 30 minutos el saldo fue de seis habitantes asesinados, cinco de una sola familia.

Ese mismo día Quetzalcoatlán quedó solo. Las 34 familias dejaron sus casas, sus animales y todas sus pertenencias y se desplazaron a la cabecera municipal.

Ahí velaron y después enterraron a los seis asesinados.

Durante más de tres meses vivieron donde pudieron. 24 familias decidieron estar juntos por seguridad, para protegerse. El regreso a Quetzacoatlán fue progresivo. Hasta julio de hace un año las 34 familias volvieron a estar juntas en su pueblo.

Regresaron porque lograron que el gobierno del estado les otorgara medidas cautelares: en los primeros días dos patrullas los vigilaban día y noche y acordaron que cuando tuvieran que salir, una los acompañaría y la otra se quedaría.

Pero de unos meses para acá, a los pobladores sólo los resguarda una patrulla y ésta es inamovible.

La amenaza del grupo armado que los atacó nunca se diluyó. De vez en cuando los pobladores reciben mensajes de que la masacre del 6 de enero se puede repetir.

A un año y medio de aquel ataque, los pobladores están seguros de quienes son sus atacantes: sus vecinos de la comunidad de Tlaltempanapa, también del municipio de Zitlala.

En Tlaltempanapa está asentado un grupo armado que se ha denominado como Policía Comunitaria por la Paz y la Justicia. A ellos se les responsabiliza de la irrupción que hicieron 300 hombres armados durante seis días en mayo de 2015 en la cabecera municipal de Chilapa.

Una vez en un reten que mantienen los pobladores de Tlaltempanapa, pasó un poblador de Quetzalcoatlán y le preguntaron si estaba enojado por la masacre del 6 de enero y después le dijeron que sí lo estaba le pasaría lo mismo. El hombre atino a decir que no y logró cruzar el reten.

En ese reten, los armados paran a las camionetas pasajeras y preguntan por los de Quetzalcoatlán. La advertencia es permanente: si por ahí pasa uno, lo bajan.

Benigno y Salomón el miércoles 12 de julio evitaron pasar por Tlaltempanapa, pero al final los encontraron.

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