Ciudad Juárez.— En junio de 2023, la , que está dentro del municipio de Guachochi, en la Sierra Tarahumara del estado de Chihuahua, quedó cubierta de orificios a consecuencia de disparos de arma de fuego, luego de un enfrentamiento entre bandas rivales del crimen organizado.

A 10 meses de ese hecho, la iglesia, los habitantes de la región y el gobierno trabajan en recuperar, no sólo la fachada de la iglesia, sino también el tejido social, pues a raíz de la violencia que se registra en la zona desde hace años, decenas de personas abandonaron su hogar por miedo a ser víctimas.

Enrique Urzúa, sacerdote en la Catedral de Guachochi y encargado de la capilla de Santa Anita, cuenta en entrevista con EL UNIVERSAL que tanto la comunidad mestiza como la indígena trabajan actualmente en construir un mejor espacio para los habitantes de la región, sobre todo para los jóvenes y niños.

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De acuerdo con lo que explica el sacerdote, desde antes del atentado afuera de la parroquia ya se estaba trabajando en mejorar la situación en esa región, donde la mayoría de su población es indígena.

“Ya teníamos un tiempecito trabajando en este aspecto, pero pues bueno, salieron tiempos difíciles, de mucha violencia, de mucha presencia de grupos armados y en ese contexto, pues se da este acontecimiento de esta balacera ahí en la iglesia de Santa Anita y con ello pues toda la destrucción del templo y no solamente la destrucción del templo, sino también de la comunidad, porque pues también mucha gente tuvo que salir de ahí, tuvo que emigrar de ahí y hasta la fecha hay gente que aún no regresa porque tiene temor, sigue teniendo temor de la situación; sin embargo, pues bueno aquí en la parroquia llevamos todo un trabajo de la reconstrucción del tejido social”, comenta el sacerdote.

Lo que buscan con esas acciones, que van desde reparar los techos y fachadas de la iglesia, hasta los alrededores, es que la población que habita en esa región encuentre otras alternativas de vida distintas a la delincuencia organizada y al narcotráfico.

“En este trabajo por la paz, que ahora es nacional. De hecho, la muerte de los padres jesuitas Joaquín y Javier [en Cerocahui, Chihuahua], pues ha impulsado o impulsaron a la Iglesia nacional, a la Iglesia de México, a trabajar en la reconstrucción del tejido social y se han dado lo que ahora llamamos Diálogos por la Paz”, relata.

Refiere que en el caso de la Diócesis en Guachochi, se ha trabajado con los Diálogos por la Paz; sin embargo, cuentan con otro proyecto de nombre Vínculos para la Vida, que busca también escuchar a quienes han sido afectados por la violencia.

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“Nosotros tenemos un proyecto que se llama Vínculos para la Vida o Viva Proyecto, y ¿qué es esta estrategia? En este plan tratamos de entrar en las casas, sobre todo en aquellas que han vivido situaciones de violencia más cercanas, que aquí son muchísimas, porque son muchísimos años los que ya llevamos de violencia. Son muchas las personas que han tenido alguna experiencia dolorosa, como consecuencia de la violencia, hemos tratado de entrar a las casas y pues intentar sanar de alguna manera un poquito esas heridas a través de la escucha, que era un espacio que hacía falta a las víctimas de la violencia”, detalla el cura.

Además de ello, están trabajando en las escuelas, sobre todo en secundarias y preparatorias, a fin de observar de cerca la problemática que viven los jóvenes y también escuchar sus necesidades, por lo cual dentro de esa misma iniciativa se incluyó a más personas que apoyan de manera directa.

“En este proyecto Viva tenemos trabajando a seis personas básicamente a tiempo completo, dos de ellas laboran para entrar en las casas, para ir a visitar las casas, para ir a visitar las familias y cuatro jóvenes dedicados a la promoción de la paz en los espacios de adolescentes. Entonces, pues gracias a Dios hemos entrado a muchas escuelas y se ha ido creciendo en la parroquia y en la comunidad”, asegura el sacerdote de la región.

Así dejaron paredes, puertas y ventanas los sicarios tras la balacera. Foto: Especial
Así dejaron paredes, puertas y ventanas los sicarios tras la balacera. Foto: Especial

También han logrado incluir a algunas de las pocas casas de estudios superiores de la región como la Universidad Pedagógica Nacional, donde los mismos estudiantes por medio del servicio social apoyan y a la par se ha gestionado el pago de una sicóloga a tiempo completo para que ayude a quienes requieren ese tipo de atención y es pagada por el gobierno del estado de Chihuahua.

Lo anterior lo ha logrado la misma comunidad con el apoyo de la Iglesia, en algunos casos del gobierno e incluso con empresarios del municipio de Guachochi.

“El centro de esto en realidad ha sido Guachochi, porque es donde se concentra muchísimo la vida social, política, económica y la cuestión de violencia, pues aquí es donde se ha concentrado mucho, como yo decía en las entrevistas que me hicieron en aquel junio sobre este acontecimiento [en la iglesia de Santa Anita] que es un evento duro, difícil, que claro, yo como como pastor, como sacerdote, pues esta fue como la gota que derramó el vaso.

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“Pero no es el evento más fuerte, no es el evento más doloroso, digamos es un evento doloroso, sí, porque toca lo más sagrado que tiene una comunidad que es el lugar de encuentro con la fe, el lugar donde la gente se encuentra y puede vivir su fe, puede vivir su esperanza, pero no es el único, es uno de muchos, de muchos eventos [violentos]”, expone.

Señala que al ser la gota que derramó el vaso el ataque en la iglesia el año pasado, el gobierno del estado de Chihuahua, la comunidad y los sacerdotes gestionaron la llegada de diversas dependencias para que acudieran a la región y así lograr reconstruir el templo.

Por ello, a la fecha se está en las labores de reconstrucción no sólo de la fachada de la iglesia sino también de los techos: “Era necesario básicamente desmantelar todo, quedarnos nada más con las paredes y ahorita es lo que se está haciendo, toda la reconstrucción del templo”, dice el padre.

Además, se está construyendo una pequeña casa donde podrían llegar tanto sacerdotes, misioneros y algunas madres o religiosas para que logren estar más cerca de la comunidad.

Mestizos e indígenas trabajan en construir un mejor espacio para los habitantes de la región Foto: Especial
Mestizos e indígenas trabajan en construir un mejor espacio para los habitantes de la región Foto: Especial

La comunidad sigue afectada tras la violencia

A 10 meses de ese atentado donde se dejó un cuerpo decapitado y se aseguraron más de 700 casquillos percutidos de diversos calibres alrededor de la parroquia, la comunidad sigue afectada y con miedo a hablar de los hechos e incluso a regresar a sus casas.

“Para mí es muy difícil. Quienes han sufrido experiencias de violencia terminan callando, no hay denuncias, no hay nada porque es muy difícil hablar. Creo que la Iglesia, los medios de comunicación, estamos siempre en este en acecho, entonces, es muy difícil hablar”, indica.

Asevera que son los espacios que ellos han creado donde han logrado que poco a poco los habitantes de la región hablen, pero no para denunciar ante las autoridades, sino para la sanación personal y la búsqueda de la paz.

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La Iglesia en Guachochi busca ya no confrontarse con los grupos armados, sino recuperar sus espacios, la sanación de su comunidad y la paz.

“Lo que podemos hacer como Iglesia, es la no confrontación con ningún grupo, porque eso no nos trae nada y no nos lleva a nada, sino más bien la sanación desde la comunidad, en la misma comunidad, buscar caminos de paz y luchar por caminar como hermanos, como familia.”

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