Margarita Alcalá Cruz, mejor conocida como Doña Mago, formaba parte de la estampa poblana en su kiosko de venta de periódicos ubicado en pleno centro de la ciudad, donde se convirtió, sin quererlo, en la jefa de información de decenas de reporteros locales.

Durante 47 años acudió rigurosamente a su puesto a vender los periódicos, pero también repartía boletines de prensa y recordaba a los reporteros las actividades del día, sin embargo, desde hace años su salud se deterioro hasta que hoy falleció.

En julio del 2015, El UNIVERSAL le rindió tributo con una breve entrevista que aquí recuperamos:.

“Durante los últimos 45 años, Doña Mago acude religiosamente, por las mañanas y de manera muy puntual, al zócalo de la ciudad. Se instala siempre en su pequeño kiosco atiborrado de revistas y periódicos, donde la mayoría de la clase política y periodística de Puebla siempre la saludan.

“Su nombre es Margarita Alcalá Cruz, pero en media ciudad de Puebla la conocen como Doña Mago. Para nada es una típica vendedora de periódicos, fue casi como la jefa de prensa de varios gobiernos estatales y municipales; e incluso jefa de información de decenas de reporteros locales.

“Desde 1971, año en que se hizo cargo del kiosco de venta de periódicos, Doña Mago tenía la encomienda no sólo de llevar ejemplares de medios de comunicación a las oficinas gubernamentales, sino también de repartir los boletines informativos de las giras de gobernadores, secretarios y alcaldes.

“Antes no había interne y acá me traían los boletines para los diferentes periódicos y ya pasaban por ellos en la tarde y se los llevaban”, recuerda metida en su pequeño espacio que se ha convertido en su segundo hogar, al que siempre acude, salvo que sus enfermedades se lo impidan.

“Sin quererlo, también se convirtió en la jefa de información de generaciones de reporteros, a quienes cotidianamente informaba sobre los eventos oficiales, conferencias o marchas programadas para el día.

“Venía uno y me decía lo que habría, pasaba otro e igual y le decía a su vez lo que habría”, rememora y con una sonrisa niega haber querido ser reportera o periodista: “no, solo colaboraba”, suelta con picardía.

“La mujer menudita, pero de carácter fuerte, forma parte de la ciudad, de sus avenidas trazadas por los ángeles, de sus calles en forma de una cruz religiosa, de sus costumbres y de sus rincones con los más íntimos secretos. De las imágenes de la Puebla antigua y de la Puebla actual.

“Con su piel marchita por la edad, relata que había ratos en que nada tenía que hacer, por lo que platicaba con políticos y periodistas, e incluso recuerda que -salvo Rafael Moreno Valle, el

actual mandatario poblano-, todos los demás pasaban a su puesto a platicarle y comprarle los periódicos del día.

“Antes siempre pasaban por acá, me compraban periódico y me saludaban…el actual se perdió”, dice y remacha que también el acalde de Puebla, Tony Gali jamás ha acudido a la compra de periódicos, como toda una tradición que se realizaba.

“Antes, insiste, los políticos eran más accesibles al pueblo, ahora “no, el gobernador siempre anda en el aire y Galise va de gira y desde su periodo solo lo he visto dos veces”.

“Antaño, de manera regular, leía las cabezas de los diarios nacionales y estatales y si algún artículo le llamaba la atención lo revisaba a profundidad, peor hoy –confiesa- “le dan flojera”, porque ya no abordan la información con profundidad.

“Antes eran mejores porque todo lo plasmaban en la tinta y ahora con el internet ya no es igual, ya nada más pasan lo más elemental, no están completas las notas…”, critica y recuerda que en años pasados los medios nacionales eran los de mayor venta y la gente más sencilla.

“El Puebla antiguo, agrega, estaba compuesto por pura gente de pueblo, lo que la hacía más tranquila y sencilla, pero ahora –dice- es mucha gente de fuera.

“La gente que realmente es de Puebla sigue siendo muy tranquila”, expone, pero lamenta que en su ciudad sólo se pinten fachadas, porque de ahí en fuera las casas se están cayendo por dentro.

“Mientras Dios”, agrega como para dar por concluido su relato, “me preste vida seguiré aquí”. Se había ausentado de su amado kiosco un par de días debido a sus enfermedades, pero

regresó porque no puede vivir sin su ciudad, sin su gente.

“Ahora he estado fallando un poco…”, confiesa con la voz quebrada, con un marido que se encuentra en el cielo y con unos ojos a punto de soltar el llanto.

“Eso así, remarca, siempre ha sido muy feliz y lo seguirá siendo…”

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