El carbón vegetal encendió la esperanza en José María Morelos , el único municipio de Quintana Roo que no tiene playa y no vive del turismo. De ser una zona de hombres migrantes con mujeres marginadas, la producción sustentable y comercialización legal de este producto los empoderó, y ahora son socios de la exitosa cooperativa Carbón de Leña Verde Caleña.

Esta cooperativa produce 200 toneladas de carbón verde de buena calidad, anualmente y cuenta con un Plan de Manejo Forestal que permite el aprovechamiento de hasta 621 hectáreas, que van dosificando por año.

El producto se comercializa en lugares como el hotel Rosewood, ubicado dentro del exclusivo complejo Mayakoba y en dos restaurantes de Playa del Carmen: el Ipanema’s Grill y el Harry’s Grill. También se exporta al Estado de México y a Nuevo León.

Las mujeres —antes relegadas—, desde 2016 formaron un colectivo y en 2018 tendrán la oportunidad de sumarse a la sociedad con voz y voto.

El pasado 30 de noviembre, el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible, en colaboración con las cooperativas Carbón de Leña Verde y Usaec Apicultores, presentaron en Playa del Carmen la Plataforma de Cooperación Comercial (Placco).

Ahí, lanzaron el primer centro de distribución de productos comunitarios “Foresta”, que además de carbón vegetal, abastecerá de miel multifloral y madera, provenientes de selvas legalmente aprovechadas, no sólo en José María Morelos, sino en Calakmul, Campeche.

La iniciativa crea vínculos comerciales entre organizaciones comunitarias y la industria turística de la Riviera Maya, a fin de promover que las familias campesinas que habitan regiones forestales de la Península de Yucatán obtengan mayores beneficios por sus productos.

Nacimiento del proyecto

Oculto en la exuberante selva, José María Morelos fue escogido para un proyecto del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS), orientado a comunidades de origen maya para que produzcan carbón, bajo estándares de alta calidad y sustentabilidad, que surtan restaurantes y hoteles.

Compuesto por 64 comunidades, este municipio que hace frontera con Campeche y Yucatán, atravesaba por problemas sociales, que tenían su origen en la migración de los hombres a las zonas turísticas de Cancún y Playa del Carmen, en busca de empleo.

Originalmente la población se sostenía de actividades como la agricultura, la silvicultura, la apicultura y la producción de chicle; las mujeres se dedicaban al hogar, la crianza de hijos, el cuidado de las familias y el hilado de hamacas. Sin embargo, por la escasez de empleo los hombres tenían que migrar.

Además, las prácticas para obtener el carbón no siempre fueron las más apropiadas, provocando graves impactos ambientales en los ecosistemas de selva y el hábitat de diversas especies de fauna silvestre.

Para abordar la problemática de forma integral, el CCMSS ayudó a dos comunidades a constituirse como empresas y desarrollar una plataforma comercial que genere un producto de alta calidad, a un precio justo, que elimine el “coyotaje” y que incorpore a las mujeres y jóvenes en la generación de carbón.

La cooperativa Caleña está conformada por un total de 15 socios de base y 20 socios comerciales, habitantes de la comunidad de San Felipe Oriente. En el proceso de acopio, selección y empaquetado del carbón vegetal, comercializado bajo la marca El Brasero del Oriente, también participan 12 mujeres, esposas de los fundadores.

Araceli, cuenta que su día inicia a las seis de la mañana, cuando se levanta para darle de comer a sus cochinos y pollos. Prepara el desayuno de sus cuatro hijos y les ve irse hacia la escuela, excepto a uno “que no quiso seguir estudiando y se dedica al carbón”.

A las siete horas sale rumbo al centro de producción y distribución de la propia comunidad. Con sus compañeras cargan costales de 25 kilos para hacer la selección del carbón y empacarlo en paquetes de tres y 18 kilos. Mientras una pesa, otra va recogiendo el producto y otras cosen y empacan.

Su trabajo termina entre las 15 y 16 horas, cuando vuelve al hogar, “toda manchada y sucia”. Después de lavarse, enciende la candela y hace tortillitas a mano, como se estila en las casas de la comunidad. Sirve la comida y atiende a los hijos.

En cada jornal gana 150 pesos, que le sirven de ingreso para aumentar la cantidad de alimentos que llevará a su mesa y a la de sus padres. Además, ella y sus compañeras hacen “prospección de mercado local”, y cuando sean socias, se les dará una comisión por venta.

“Dar el salto de empleadas a socias significa que vamos a tener igualdad. Tendremos los mismos ingresos; la ganancia es mayor siendo socias, además también es importante por la toma de decisiones”, expresa, al comentar que reciben capacitaciones de equidad y género.

“Nos sentimos muy contentas. Aunque para ellos como hombres es muy difícil decir que necesitan de las mujeres para estar completos. Nosotras nos sentimos bien de recibir dinero y con esto ya no es necesario para ellos, ni para nosotras, tener que salir de la comunidad para buscar empleo”, añade, acompañada por Alejandra, Lambertha, Candelaria, Rosa María y Leticia.

Proceso

Lety explica que para extraer el carbón de forma artesanal, se habilita una suerte de horno. Primero se corta la madera de diferentes tamaños, se apila hasta formar un cerrito; se tapa con hierba u hojarasca, se le pone tierra y se enciende la madera. El montículo debe ser vigilado y manejado para que la madera se consuma sin que se vuelva ceniza.

Miguel, Ezequiel, Agustín y Anastasio se remontan a 2006, cuando eran sólo carboneros y no pequeños empresarios, como ahora.

“Iniciamos como ilegales, sin permisos, ni nada. En 2008 recibimos ayuda del ayuntamiento para obtener algunos permisos y vimos que dejaba buenos dividendos. En 2010, tramitamos un Plan Forestal para quemar carbón legalmente”.

De 2011 a 2014 no hubo aprovechamientos, pero en 2015 generaron 180 toneladas; al año siguiente, 215 y en 2017, 213 toneladas. El precio en el centro de producción y distribución local, es fijo y directo, sin intermediarios.

Como dato, detalla que el carbón de leña seca tarda en consumirse dos horas; en cambio, el de leña verde, seis. Las maderas que utilizan, son duras.

“El carbón ilegal ayuda a la deforestación; se usa la leña seca, de maderas blandas y duras; tiene más volumen, pero menos peso; tiene menor duración, mayor ceniza y menos calidad”, dice Miguel.

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