Juxtlahuaca.— Sin darse abasto por todos los encargos que tiene de semanas atrás, la artesana putleca Rosaura Montesinos Hernández expresa su felicidad por la alta demanda de trajes de tiliche.

Mientras se apresura a hacer los cortes de tela para un tiliche, conversa con EL UNIVERSAL desde su patio, en Putla Villa de Guerrero, corazón del tiliche en la Sierra Sur de Oaxaca.

No sólo Rosaura Montesinos trabaja contrarreloj, también don Juan Feliciano Guzmán Aguilar, quien dice que hasta se ha enfermado debido a la cantidad de encargos que tiene.

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“Han sido semanas de trabajo donde uno se levanta muy temprano y se duerme por la madrugada, porque hay que entregar los trabajos a tiempo”, dice el artesano de 61 años de edad, considerado uno de los precursores del tiliche en Putla de Guerrero.

Los artesanos de este municipio no han parado de trabajar en la vestimenta y accesorios que adornan el personaje del Viejo Tiliche, típico del carnaval putleco, luego de ser elegido como imagen oficial de la Guelaguetza 2022, en su edición 90.

Explican que se trata de un traje hecho de retazos de tela en tiras, con un sombrero en forma de petate hecho de palma.

También lleva una máscara de estropajo. Antes era de chivo, conejo o ardilla, pero fue prohibida y entonces se usó el estropajo, abundante en esta zona.

“El personaje tiene un motivo de ser y bueno, lo bonito de este trabajo es dar a conocer mi pueblo, pues la gente viene a conocer la historia del tiliche y pues también tenemos más trabajo”, dice Rosaura Montesinos.

El Viejo Tiliche es común en los pueblos ubicados entre la Mixteca y la Costa. Durante fiestas privadas o escolares, no falta el personaje que sale a lucir sus mejores pasos al ritmo de las chilenas.

Además, es quien adorna el parque principal y los muros de las casas en las principales calles del municipio durante las fiestas del carnaval.

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Cada traje es distinto

Fue en los últimos cinco años cuando “se puso al viejo de tiliches en la mira, debido al impulso del carnaval putleco”, afirman los artesanos.

“El auge que estamos teniendo con nuestro trabajo es una gran alegría, saber hasta dónde ha llegado toda esta labor, pero es un estrés el hecho de querer cumplir en tiempo y forma. Saber que de repente va a haber personas a las que le voy a tener que decir ‘no tengo espacio’”, dice Rosaura.

Cada uno de los trajes hechos a mano por artesanas y artesanos es particular. “Ni un traje es igual a otro. Pudieran ser muy semejantes en cuestión de colores y telas, pero nunca un traje va a ser igual que otro, todos son diferentes por la forma en la que los elaboramos”. Esto es lo que los distinguirá de los “clones”, dicen.

Antes de que el tiliche figurara como en estos días, Giselle Guzmán García comenzó a representar el personaje en llaveros, aretes, lámparas, centros de mesa y hasta en sombreros. Sus vecinos la consideran una persona revolucionaria en esta artesanía.

Guzmán García y su madre comenzaron a trabajar en las artesanías conforme aumentaron los pedidos. Hoy hacen envíos a Estados Unidos y Canadá.

La joven artesana narra que le comenzó a tomar amor a esta artesanía, tras concluir su licenciatura en Educación Artística.

Días antes de su presentación en la Guelaguetza, nerviosa y apresurada, comenta a EL UNIVERSAL que será una gran oportunidad para los artesanos de accesorios que adornan al Viejo Tiliche, para generar ingresos para sus familias.

El apogeo

Rosaura Montesinos comenta que desde que llegó el auge del tiliche el trabajo no le ha faltado. “No hemos parado porque durante todo el año constantemente estoy enviando a Estados Unidos y a otros estados”.

Recientemente envió un Viejo Tiliche a la ciudad de Querétaro, por ejemplo. Además, hace unos días le hablaron de Veracruz para hacerle otro encargo.

“Antes, en las fiestas de carnaval, eran dos o tres encargos cuando empezamos, pues lo más que podía yo hacer en un carnaval eran 10 trajes. Ahorita, pues híjole, a veces hasta pierdo la cuenta. Se van hasta 20 trajes en un carnaval y durante todo el año estamos trabajando”.

Parte importante del aumento de pedidos es que oaxaqueños hacen carnavales en distintas partes de Estados Unidos.

Don Juan Feliciano está en la misma situación. “Ahorita no me doy abasto . No me dio tiempo de realizar todas las figuras”, confiesa el artesano.

Sustento para las familias

Don Carlos, otro artesano, reconoce que gracias al gran auge que tienen los tiliches fuera del municipio y en los alrededores ha mejorado su economía y la de su familia. Ahora su hija también se ha unido al trabajo.

En el caso de Rosaura, quien lleva 17 años dedicándose a la hechura de esta vestimenta, pudo pagar el estudio de sus hijos.

Para ella, coser trajes de tiliche es un quehacer cotidiano. “Ya es un trabajo del diario; ahorita estamos haciendo a veces dos trajes por semana. A los clientes les pido una semana o 10 días para no quedarle mal a nadie, porque estamos cargados”, comenta.

Si se dedicara de tiempo completo a la elaboración del traje concluiría una pieza al día, pero eso implicaría comenzar desde muy temprano, sin descansos.

Mientras los artesanos trabajan, piden a las personas que eviten el regateo, pues cada obra implica un gran trabajo, además de que se fabrican con un método que requiere de tiempo y conocimiento.

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