Venecia.— Sigue proyectando la misma personalidad alegre, auténtica y cálida de aquella mujer que llegó al Lido hace cinco años junto a Alfonso Cuarón para presentar ROMA, el filme que le cambió la vida y que la catapultó a la fama.
Han pasado cinco años desde que los reflectores le dieron un vuelco a los sueños de Yalitza Aparicio, quien decidió cambiar las aulas por los sets. Pero asegura que su objetivo sigue intacto, pues, si algo ha buscado, es aportar su granito de arena en la visión de las nuevas generaciones.
Hoy, Yalitza Aparicio vuelve a la ciudad de los canales, esta vez como invitada de una prestigiosa marca. La vemos tanto deslumbrando en un vestido rosa Barbie en la exclusiva fiesta de Cartier, como paseándose con aplomo por los puentes que cruzan los icónicos canales venecianos. Su confianza es palpable, y lleva consigo, con orgullo, todo lo que su natal Tlaxiaco le ha brindado.
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“Ni por dinero, ni por ser mujer, ni por tener cierto color, ni por hablar una lengua te tienes que quedar encasillado en un lugar. Yo crecí creyendo que no podía aspirar a algo así. Pero me encanta poder ser ese camino, ese puente para demostrar que no es cierto”, comparte la actriz en una charla con EL UNIVERSAL.
¿Qué ha significado volver a Venecia desde que presentaste ROMA?
Es curioso, porque hay momentos que no tenía tan presentes y que, al llegar aquí, los estoy volviendo a construir. Es la sensación de que, esta vez, con calma, puedo prestar más atención a los detalles y a las emociones vividas en Venecia. Fueron demasiadas. Y es que aquí comencé a conocer más sobre este mundo. De hecho, venir a esta ciudad fue lo que me impulsó a tomar la decisión de seguir en el camino de la actuación. Porque, en un principio, cuando terminamos la película, yo estaba aferrada a decir: “Bueno, esto ya acabó, buena suerte, que les vaya bien, porque yo tengo que continuar con mi vida”. Pero la ilusión de conocer este lugar fue la que me empujó a estar en la presentación de ROMA.
Recuerdo que, al hablar con varias maestras ya jubiladas, me decían: “Hija, entendemos el deseo que tienes por ya empezar tu vida como profesora, porque por fin lograste pasar tu examen —algo que hoy en día es muy difícil y competido—, pero ve, conoce, abre tu mente; que tus ojos miren el mundo y, cuando regreses, vuelves a luchar por tu lugar aquí como maestra. Esto siempre va a estar acá. Pero la oportunidad de ir a Venecia, no”.
¿Qué has aprendido en estos años y cómo te ves ahora?
Ha cambiado mi visión respecto al cine y, en general, sobre todo lo que es el mundo de la farándula y la publicidad. Del poder que tienen los medios de comunicación. Porque en aquella ocasión, cuando por primera vez estuve en el festival, ni siquiera tenía la noción del poder que tiene la voz de una persona al presentar dignamente una comunidad o una zona.
No dimensionaba toda esa parte y ahora, con el paso del tiempo, me doy cuenta de lo que se ha logrado en cuanto a los temas que ahora se abordan y me siento muy orgullosa y contenta de la oportunidad que he tenido de darle voz a la representación.
¿Qué significa para ti Oaxaca, qué sientes cuando tienes la oportunidad de estar en tu tierra?
Amo estar ahí. Es mi refugio. En donde prefiero pasar la mayor parte de mi tiempo antes que en cualquier otro lugar. Ahí me recargo de energía y vuelvo a tener claros los retos y las fuerzas para poder continuar. Porque este mundo no es fácil, vives a la merced de muchas personas con cada paso que das. Existen críticas tanto positivas como negativas y llega un momento en el que te pueden afectar, pero cuando regreso a Oaxaca recupero las ganas de seguir con mis sueños.
Hablando de estar expuesta, ¿qué herramientas has encontrado para lidiar con la fama y el escrutinio?
Lo más importante ha sido la seguridad en mí misma. Nadie te conoce mejor que tú mismo. Nadie puede juzgar los pasos que has dado ni las elecciones que has hecho o cómo manejas las situaciones porque todos crecimos en un contexto diferente. Al tomar decisiones siempre me reconecto con las personas con las que crecí e intento no dejar de escuchar cuáles son mis sueños.
¿Cuáles son, qué te sigue ilusionando, moviendo?
¡Me sigue emocionando todo! El primer paso que di fue decir: “Sí, quiero dedicarme a esto. Me encanta”. La forma en la que se desarrolla la vida pública tiene sus pros y sus contras, pero hay que aprender a manejarla. También puedes obtener muchas cosas positivas no sólo para ti, sino también para la sociedad. Y es algo que yo deseaba hacer cuando estudié para ser maestra: poder aportarle mi granito de arena a las nuevas generaciones.
Ahora que estoy aquí siento que puedo aprovechar esa herramienta que me da tener una voz. Por ejemplo, con respecto al cine, cada uno de los proyectos que he elegido tienen algo que conecta conmigo. Hago mucho caso de mis instintos y nunca he hecho algo forzado. Hay cosas que hablan por sí solas y busco que estén en sintonía con lo que pienso.
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¿Cuáles son tus causas, las cosas que te preocupan e importan?
Pueden ser muy pequeñas y muy grandes. Pero para mí ha sido muy importante ver una proyección más amplia de la diversidad que tenemos. Yo estaba muy alejada del cine; para mí, este era un mundo muy mágico y ajeno. Y ahora que estoy aquí y veo cómo van cambiando las cosas, me doy cuenta de lo necesaria que era la representación.
Me ha impresionado hablar con actores de otras generaciones que me han contado cómo en su época ni siquiera se podía hablar de que una persona de tez morena fuera protagonista de una película en México; bueno, ¡en todo el mundo! Era impensable que se tuviera la oportunidad de hacer un personaje distinto al estereotipo. Pero ahora somos más las personas que nos podemos tomar el atributo, el derecho, para decir: “Este personaje no lo voy a hacer. O haces mejor tu narrativa o muchas gracias por la invitación”. Hemos adquirido esta oportunidad de decir no a ciertas cosas y, para mí, eso es un paso muy grande porque no solamente estamos hablando de algo laboral de actores, sino que transmitimos mensajes subliminales a la sociedad diciéndole a las nuevas generaciones: “No hay límites para hacer cualquier cosa que quieras”.
¿Te gustaría volver a la academia a dar clases?
Sí, claro. Me encanta cuando las personas se acercan y todavía me llaman maestra.
Siento que es una profesión muy bonita y que necesitas demasiada vocación para estar ahí porque nunca vas a recibir nada a cambio. Todo lo que entregas es por amor. Es algo bellísimo.
Hablando de cambios, te has vuelto embajadora de muchas firmas, ¿cómo es tu relación con la moda? ¿La disfrutas? ¿Te divierte?
Sí, me divierte muchísimo. Pablo Rivera fue con el primero que me tocó experimentar todo esto de la moda para venir a Venecia, y ahora nos sentamos y nos reímos respecto al tema porque cuando yo empecé no quería usar colores que no fueran más que blanco y negro. También sólo quería ciertos tipos de cuellos o de mangas. Todo era muy cuadrado. No me podía llevar algo fuera de lugar porque ni siquiera aceptaba ponérmelo, pero avanzado en eso y las marcas también han comenzado a darme la oportunidad de brindarme sus diseños.
Ya no estoy cerrada a nada y eso me encanta.