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Los contemporáneos del intérprete británico Paul McCartney no estaban afuera del hotel donde se hospedó.

Los que estaban ahí afuera, y los ganones en la experiencia de poder verlo de cerca eran jóvenes.

No eran muchos tampoco, no tantos como con los irlandeses Bono y U2 ni tan pocos como cuando vino la banda también británica de The Cure.

Pero los seguidores que estuvieron ahí llevan en su recuerdo, y algunos más afortunados en sus celulares, el momento en el que Paul McCartney se asomó por la ventana de su camioneta.

De gafas azules, el ex Beatle sacó primero una mano, sonrió y cuando el griterío se soltó, sacó el brazo y entonces cuando todos comenzaron a correr se levantó y sacó el torso y la cabeza de la camioneta en movimiento.

Sus más de 70 años (75 para ser exactos) ni se sintieron cuando el músico inglés sonrió y, al igual que la realeza británica, aplicó el corto, corto, largo del saludo.

Los gritos de euforia se unieron con los de sutil decepción, en aquellos que estaban del otro lado de la acera y no pudieron ver más que su mano en el aire.

Así fue la salida de lo que podría ser la última visita a México de sir Paul McCartney, que en esta ocasión fue la quinta.

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