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Ellas, que son románticas, ya no esperan a que les regalen rosas, ahora llegan con su ramo para su príncipe encantador. Y para responder a las damas, Pablo Alborán se acerca a la orilla de su escenario para recibirlas, y no precisamente de manos jóvenes.

Una señora de pelo cano consiguió que la seguridad del Auditorio Nacional le dejara acercarse a la tarima para así entregarle un modesto ramo de flores rojas. El español interrumpió su cantar para besarle la mano y así ser ella la envidia de las y los presentes en el inicio de su gira Prometo. Sin embargo, habría una chica que se llevaría el corazón del cantautor.

Ella estaba custodiada por su madre, quien le ayudaba a sostener el ramo de rosas. Alborán se dio cuenta de que estaba en la orilla del escenario y se acercó lo más posible.

La madre entregó el encargo a las manos del famoso, mientras la emoción de su hija se vio reflejada en un agitado movimiento de manos.

La pequeña estaba en una silla de ruedas, pero su cuerpo disfrutaba la música y voz del ibérico, su presencia galante y las luces del show.

Fue así que los suspiros fueron corriente en las butacas del Auditorio, que eran reacción a canciones como “Pasos de cero”, “No vaya a ser”, “La escalera”, “Donde está el amor”, “Recuérdame y “Quién”, entre otras más.

Sin mayor escenografía que un juego de luces, sus músicos y su piano, Alborán ofreció baile para hacerlas gritar de emoción, cantó, las hizo corear, y dedicó palabras a su público.

Todo de negro y recibiendo piropos de esos que sonrojan a cualquiera, el músico español le dio chance a otros caballeros a dedicar la serenata de aquella noche de jueves.

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