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Esta es la historia de una película llamada originalmente Familia Muégano y que durante su rodaje pasó por una confusión policiaca, un vecino que no los dejaba trabajar y hasta el cambio de un perro-actor que no reaccionaba con nada.

“Al final hubo un poco de azar, pero por fortuna las condiciones se fueron dando y todo se alineó”, recuerda divertido el director Hugo Lara.

Cuando los hijos regresan, que estrena esta semana en mil pantallas nacionales, la sexta parte del total en el territorio, inició precisamente por algo llamado destino.

El productor Javier González Rubio quería hacer una historia y vio en Cuando los hijos se van, de 1941, una veta podía explotarse.

Si en ese año Fernando Soler y Sara García sufrían con la partida de sus vástagos, sería bueno hacer la contraparte en el siglo XXI.

“Era jugar con ese ingrediente de que los padres lloraban si los dejaban solos, ahora lo hacen porque los hijos regresan, pero con problemas, niños y hasta la perra”, comenta divertido González Rubio.

Francisco de la Reguera (Niño santo) es el nini, que ni estudia, pero tampoco desea trabajar; Cecilia Suárez (Hidalgo, la historia jamás contada) la que se siente incomprendida y Erick Elías (Compadres) el ricachón que lo pierde todo.

Fernando Luján (Cásese quien pueda) y la española Carmen Maura (Átame) son los padres.

“¡En la vida real no aceptaría tenerlos de vuelta, mejor les ayudo a rentar un departamento!”, cuenta Maura.

“¡Pero nunca está de más hacer cosas malas, como nosotros en la película”, advierte la actriz.

¿Y sus “hijos” qué dicen? Cecilia responde: “La película es una crítica con humor a la realidad de cuando lo hijos tienen una actitud egoísta hacia los papás y les exigen mucho”.

Los problemas. Filmada en locaciones de la Ciudad de México, la producción se encontraba en el Kiosko Morisco de Santa María la Rivera (noviembre 2016), cuando una confusión con la policía, ocasionó retrasos.

Un miembro de la producción golpeó una patrulla que le fue “aventada a la gente cuando los policías querían detener a un presunto vendedor de droga.

El resto del personal de la película lo protegió metiéndolo a una casa de cultura contigua y, tras una hora, fue aclarado el problema.

Días después, mientras laboraban al sur de la capital, una vecina ponía a todo volumen música.

“Fuimos todos haciendo equipos para ver si podíamos hablar con ella, y nos mandó por un tubo”, ríe Anabel Ferreira, “luego pasaban muchos avisones y había que dejar que pasaran para seguir filmando”.

En el filme Ferreira interpreta a la mamá de una chica que se cree de la alta sociedad (Irene Azuela, Las oscuras primaveras) quien siempre trae un perro cargando.

“¡El perro no reaccionaba!, ¡quién sabe qué tenía!”, cuenta Irene, “¡así que tuvo que cambiarse!”

Así que todo el rodaje, desde su preparación, fue como en familia.

“Mi personaje tiene una parte oculta, una doble vida y así son todas las familias”, señala Erick.

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