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A sus 15 años, el Festival Internacional de Cine Judío (FICJ) ha entendido que no puede ir a donde no lo llaman. Hace dos años la sede Cuernavaca fue un error al abrir una plaza sin asegurarse si había público; hoy esa enseñanza la llevarán a Mérida.

La ciudad yucateca se convierte en uno de los focos del FICJ tras algunas funciones a las que respondió la gente. “Con Cuernavaca entramos directo a Cinépolis, aquí se vio primero si había público y nos encontramos con que sí y ahí estaremos, son cosas que van aprendiéndose”, señala Isidoro Hamui, director del certamen.

Ciudad de México, Guadalajara, Querétaro, Monterrey y Cancún conforman el circuito del festival, que arrancó el pasado viernes y concluirá el 15 de febrero.

En la edición 2018 se incluyen siete títulos, entre ellos Guerra en la cancha, en el que el conflicto palestino-israelí se resuelve a través de un partido de futbol y Me casé con el enemigo, en el cual un joven palestino quiere obtener la ciudadanía estadounidense a través de una chica israelí. También está el documental Una historia de amor en Hollywood, que sigue a Harold y Lillian Michelson, una pareja que trabajó con Alfred Hitchcock, Steven Spielberg y Stanley Kubrick, entre otros.

“Hay mucho humor, es una excelente forma de ver por todo lo que hemos pasado”, indica Hamui.

En México, la más reciente cinta hecha con temática judía fue Morirse está en hebreo de Alejandro Springall, estrenada en 2007.

Hamui considera que sí hace falta más en salas nacionales, pero vota por el cine incluyente. “El mensaje del festival es la tolerancia y respeto, que no sea sólo cine comercial, sino como un agente de todas las culturas”.

Entre los miembros honorarios del FICJ se encuentran los cineastas Luis Mandoki (Voces inocentes) y Arturo Ripstein (El castillo de la pureza), el actor Ari Telch, la escritora Guadalupe Loaeza y el productor de teatro Morris Gilbert.

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