En tres derrotas emblemáticas que sufrió el PRI el pasado 5 de junio, la de Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo, hay dos denominadores comunes: por un lado, tres gobernadores acusados de escándalos de corrupción, enriquecimiento y frivolidad; y por el otro, pleitos a muerte entre esos tres mandatarios y sus respectivos rivales políticos que, para su mala suerte, les ganaron en las urnas y hoy amenazan con meterlos a la cárcel e investigar sus polémicas gestiones.

Detrás de esas guerras hay historias de encuentros y desencuentros, confrontaciones y hasta rupturas que las vuelven algo más que una disputa política o partidista, y las colocan en el terreno del apasionamiento y los linderos de la venganza y el ajuste de cuentas.

Duarte vs. Yunes: de amistad y traición. Muchos creen que el encono entre Yunes y Duarte fue herencia del pleito del primero con el ex gobernador Fidel Herrera, pero no es así. Si bien Duarte se confrontó con Yunes mientras fue parte del equipo de Fidel, una vez que Herrera lo hizo candidato y, sobre todo a partir de que ganó la gubernatura en 2010, Javier se acercó a Miguel Angel y pactó una alianza con la que traicionó la “fidelidad” a su tutor político. El acercamiento entre Yunes y Duarte creció en la misma medida en que el hoy gobernador se distanciaba de Fidel.

Del 2010 al 2012 tuvieron comunicación constante e hicieron varios “acuerdos de civilidad política”, según el mismo gobernador Duarte en mayo pasado, luego de que el ex candidato del PES, Alejandro Vázquez Cuevas, hablara de los encuentros entre ambos personajes que conoció como particular de Yunes Linares. El mayor pacto que hicieron los ahora enemigos ocurrió a principios de 2012 en la mansión de Yunes en Alvarado; ahí el hoy gobernador electo pactó con Duarte que no se metería a operar en la campaña presidencial del PAN, ni ayudaría a Josefina Vázquez Mota, para que en Veracruz ganará Enrique Peña Nieto; a cambio, el gobernador ayudaría al candidato panista al Senado, Fernando Yunes Márquez, hijo de Yunes Linares.

Duarte le prometió a Peña Nieto, entonces candidato, que “no se preocupara por Yunes porque ya está amarrado” y le garantizó que ganaría Veracruz en su elección. Pero ocurrieron dos cosas, primero, su suegro, el padre de la esposa de Duarte,  Antonio Macías, al enterarse de la cercanía y los negocios con Yunes lo buscó y le expresó su rechazo a esa relación política: “Es un hombre traicionero y sucio, no te conviene aliarte con él”, le dijo el suegro.

La segunda cosa que rompió el romance político entre Duarte y Yunes, y le dio la razón al suegro, fue que cuando llegó la votación presidencial de 2012, la traición de Yunes Linares se hizo evidente: Vázquez Mota arrasó en Veracruz y mandó a Peña al segundo lugar, mientras, del otro lado, Fernando Yunes, sí ganó la senaduría de mayoría con la ayuda de Duarte, quien sacrificó al candidato del PRI, Héctor Yunes Landa.

El ridículo de Duarte en la elección presidencial le valió fuertes reclamos y señalamientos de “traidor” del equipo de Peña Nieto y eso terminó la relación entre el gobernador y Yunes. Nunca más volvieron a reunirse y nació ahí la enemistad que después se volvería encono y luego guerra política. Hoy la cabeza de Duarte pende de las amenazas juradas de cárcel de su antiguo amigo, hoy enemigo y próximo sucesor.

Borge vs. Joaquín: de promesas incumplidas. Más que de grupos políticos, la ruptura del PRI en Quintana Roo, que lo llevó a perder por primera vez la gubernatura, fue un pleito de familias. Los Borge y los Joaquín, originarios de Cozumel, siempre rivalizaron por la preminencia social, política y económica, primero de la isla y luego del estado. Roberto y Carlos, hijos de caciques y ex gobernadores, crecieron arropados por el poder político local y aunque se llevaban varios años, sus caminos se cruzaron en 2010, cuando ambos buscaron a la gubernatura.

Félix González Canto era el gobernador que rompió la hegemonía del apellido Joaquín en el estado, pero en su sucesión un nuevo miembro de esa familia levantaba la mano: Carlos Joaquín González, hijo natural del recién fallecido patriarca y empresario, Nassim Joaquín Ibarra. Pero el gobernador tenía otros planes con el joven Roberto Borge Angulo, a quién ya había hecho oficial mayor, dirigente del PRI estatal y diputado federal, para enfilarlo como su sucesor.

González Canto reunió a principios de 2010, en Casa de Gobierno de Chetumal, a Carlos Joaquín y a Roberto Borge. Ahí les anunció su decisión: el diputado, de sólo 30 años, era el ungido, y le pidió a Joaquín González hacerse a un lado. Carlos aceptó pero pidió a cambio acuerdos que iban desde impulsar su carrera, hasta colocar a sus colaboradores cercanos. El gobernador aceptó y en un “pacto de caballeros” los tres se dieron la mano y el joven delfín fue proclamado candidato con apoyo de la familia Joaquín.

Pero una vez que Borge ganó la gubernatura se olvidó de sus compromisos y lejos de apoyar a Carlos Joaquín o a su gente, comenzó una persecución que lo obligó a salir del estado y a buscar, con apoyo de su medio hermano, Pedro Joaquín Coldwell, refugio en el gabinete federal en la subsecretaría de Turismo. Lo que vino después ya lo sabemos: marginado y despreciado por Borge, González Canto y Ulises Ruiz, Carlos fue convencido y apoyado por el dinero de Rafael Moreno Valle y aceptó ser candidato de la alianza PAN-PRD que aplastó, literalmente, a la maquinaria priísta y a su candidato.

Hoy la enemistad continúa, aunque eso no evitó que el pasado 8 de junio, tres días después de las elecciones, Borge y Joaquín se reunieran, en una muestra de civilidad, para hablar de la “transición estatal”.

Corral vs. Duarte: honor de familia. La profunda enemistad política entre Javier Corral y César Duarte comenzó cuando el entonces senador del PAN se convirtió en uno de los denunciantes de la “corrupción y el enriquecimiento” del gobernador de Chihuahua. Corral se acercó desde 2013 a sus antiguos aliados del PRD en el estado, Jaime García Chávez, Víctor Orozco y Alma Gómez, quienes tras renunciar a la militancia perredista, fundaron la “Unión Ciudadana”, organización que denunció la corrupción en el estado y apoyaría después la candidatura de Corral.

A través de esa organización, el dirigente de izquierda García Chávez, documentó y presentó en 2014 denuncia penal contra el gobernador César Duarte, a quien acusaban de “enriquecimiento ilícito” al haber constituido un banco, el Unión Progreso, del que eran socios él y su secretario de Hacienda, Jaime Ramón Herrera, y al que depositaron recursos públicos por más de 800 millones de pesos. La denuncia, presentada en la PGR, fue utilizada por Corral para promover, en noviembre de 2014, un Punto de Acuerdo en el Senado al que se sumaron 30 senadores del PAN, PRD y PT para pedir que se investigara “la corrupción y el enriquecimiento ilícito del gobernador Duarte Jaquéz”, a quien el senador Corral se refirió como “el nuevo rico de Chihuahua”.

Dos meses después, en una maniobra de la fracción priísta en el Senado, el gobernador de Chihuahua fue invitado a participar en un foro sobre seguridad y fue subido a la máxima tribuna legislativa. Cuando César Duarte hablaba, el senador Corral sacó una pancarta en la que se leía: “Que vergüenza que en estas audiencias participe el corrupto César Duarte sujeto a proceso penal”. Cuando el mandatario vio el cartelón, desde tribuna, le reviró a Corral: “El que tiente un conflicto de interés es usted. Me ha acusado en más de veinte ocasiones y la autoridad nunca ha descubierto nada… Su hermano fue procesado por narcotráfico… Su hermano estuvo en recaudo en la parte fronteriza donde está el mayor grupo delictivo de Chihuahua … Y su otro hermano estuvo en una cárcel de Estados Unidos”.

Ahí nació el enfrentamiento que, un año después, se trasladaría a la campaña por la gubernatura de Chihuahua. Javier Corral, ya candidato, comentaría que nunca le perdonaría a César Duarte el haberse metido con su familia y, aliado con la Unión Ciudadana, arrancaría una campaña basada en una sola promesa: “Meter a la cárcel al gobernador”, lo que finalmente lo llevó a capitalizar el hartazgo y el rechazo de los chihuahuenses a la corrupción. Hoy esa promesa continúa y el pleito, lejos de amainar, se intensifica con expresiones de violencia y enrarecimiento en Chihuahua. Por supuesto ni se han reunido ni se han hablado el gobernador en funciones y el electo y la civilidad no llega ante el encono.

Notas indiscretas… El jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera y su secretario de Desarrollo Económico, Salomón Chertorivski, no se olvidan del tema del aumento al salario mínimo ni de las promesas del gobierno federal para analizarlo. El secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete, había prometido que después de las elecciones del 5 de junio habría un anuncio sobre los mínimos, pero hasta ahora ha hecho mutis. Chertorivski insiste en que ni siquiera la volatilidad mundial provocada por el Brexit debe ser pretexto para seguir negando un aumento a quienes ganan el mínimo, porque si algo le ayudaría a México para hacer frente a un escenario adverso es justamente fortalecer el mercado interno… Los dados mandan Escalera doble. Buena semana

sgarciasoto@hotmail.com

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