Le impresionó que el Emperador de la Izquierda Pura lo hubiera citado a una reunión secreta, a él, al que llamaban Juan el Simple Zepeda.

Un político tan simple este Juan, que en sus mítines de campaña por la gubernatura del Reino del EdoMex, decía simplezas como ésta:

—Este Reino es realmente una democracia, no un reino.

La gente se reía y le aplaudía.

Estacionó su camioneta negra tras la camioneta blanca del Emperador y tomó aire antes de abrir la portezuela.

O decía también esta otra simpleza en los mítines:

—Acá en el EdoMex los policías son criminales, y deberían ser policías, simplemente.

—Ah qué simple mi Juan —exclamaba por entre la multitud algún compadre.

Bajó los zapatos negros al asfalto y ahí al aire libre, cien metros delante de la carretera recta como una regla, lo divisó.

Notó que ambos venían vestidos con camisas blancas, sin corbata, y con pantalones negros. Una coincidencia de buen augurio, pensó, y echó a andar hacia el Emperador Obrador.

En una entrevista en la televisión una conductora lo había enfrentado a Juan:

—Oiga Juan, usted es el candidato de la Vieja Izquierda Corrompida. ¿No le da eso vergüenza?

Había respondido:

—Pues sí. Para qué le digo que no.

La entrevistadora se había quedado mirándolo, esperando otra frase. Una paradoja. Una maroma verbal. Un triple salto de la ideología.

Nada. La respuesta se quedó así de simple.

Quién lo iba a imaginar. Esa simpleza lo llevó del oscuro cuarto sitio de la contienda al tercer sitio, ya no oscuro, pero sí claroscuro. Lo que explicaba el interés repentino del Emperador por él.

—Hacemos la alianza de las Izquierdas —le anunció el Emperador de pelo blanco todavía desde lejos, a 50 metros, a manera de saludo.

—Sería lo más simple —alzó la voz Juan para responder.

Y quién sabe por qué se acordó en ese momento del señor que ayer por la tarde le había gritado desde una acera opuesta:

—¡Oye Juan! Voy a desperdiciar mi voto dándotelo a ti.

—Muchas gracias —le había respondido Juan.

Extendió la diestra y caminó los 3 pasos que mediaban entre él, Juan el Simple, y el Emperador de la Nueva Izquierda Pura (o Dizque Pura, aunque Nueva sin duda).

—Qué gusto, señor Obrador —dijo.

Pero el Emperador no le tomó la diestra. La dejó flotando en el aire y en cambio le señaló un círculo marcado a su alrededor en el asfalto.

Un círculo marcado con gis blanco.

—Es por seguridad —dijo el Emperador. —Mi metro de distancia de los Otros.

Juan dio un paso atrás para salir del círculo.

—Vamos a caminar, muchacho —dijo el Emperador.

Y para sorpresa de Juan, al caminar el Emperador, el círculo de gis de un metro de diámetro se desplazaba en el asfalto negro, al ritmo de los pasos de sus zapatos negros.

Así, desde afuerita del círculo del Emperador, Juan el Simple retomó la idea:

—Pues sí sería lo más simple que las 2 Izquierdas se juntaran, para rebasar al heredero de la Tiranía del EdoMex. Esto tiene que dejar de ser un Reino, y volverse lo que supuestamente es, una democracia.

De un lado de la recta negra del asfalto, pradera verde, del otro lado, más pradera verde.

—Además nos jugamos la elección presidencial en esto —agregó Juan. —Si acá en el EdoMex ganan las Izquierdas unidas, ganamos en la grande, el año que viene.

—Estamos totalmente de acuerdo —replicó el Emperador, la voz suave, el rostro afable—. Y dejémoslo muy simple, hijo, en honor a tu postura, de adalid de lo simple.

—¿Es decir? —preguntó Juan.

Caminaron 3 pasos y por fin el Emperador completó la propuesta:

—Tú declinas ante mi Delfina, candidata al EdoMex, y con eso ganamos.

Siguieron andando en silencio.

Juan el Simple preguntó otra vez:

—¿Y qué hay para mí? ¿Para mí y para mi equipo, y para los ciudadanos que dicen que me quieren a mí de gobernador?

3 pasos de no respuesta esperó Juan para insistir:

—Es decir, ¿qué puestos habrá para mí y para mi equipo? ¿Y qué parte del ideario de gobierno va a cambiarse para ajustarse a mi ideario?

—Si declinas —dijo el Emperador, sin dejar de andar al centro del círculo de gis —a ti lo que te tocará será magnífico.

3 pasos y Juan preguntó, impaciente:

—¿Qué será eso magnífico?

El Emperador replicó:

—El honor histórico de haber declinado y haber hecho triunfar a las Izquierdas, amén de una línea en mi biografía.

Juan se rascó la mollera sin dejar de andar.

—¿Y la democracia? —preguntó. —¿No es la democracia discutir? ¿No es la democracia negociar? ¿No es la democracia agrandar la verdad para que muchos quepan en ella?

3 pasos más de no respuesta llevaron a Juan el Simple a decir:

—¿O es que yo soy el único simple que cree que estamos en una democracia?

Se detuvieron.

El círculo de gis, con el Emperador al centro, marcando la distancia, y dándole la respuesta.

Ah qué simple este Juan el Simple. Dio vuelta a la llave en la chapa del encendido de la camioneta y cambió la palanca a la reversa.

Y fue así, y por estas razones, que las Izquierdas no pactaron.

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