El pasado miércoles, en la entrega a este periódico, narré sobre las causas y los pronósticos inquietantes de la guerra entre las abejas y los celulares. Cientos de tuits me exigieron más información. Detallo pues el asunto en esta nueva entrega, por cierto en este nuevo día de publicación, el domingo.

Como el lectora, o la lectora, deben haber leído en su momento, las primeras abejas furiosas aparecieron en el año 2015. El periódico The Guardian reportó que en lo derredores de los que hablaban por celular, las abejas parecían enloquecer: elevaban la intensidad de su zumbido “hasta en 10 niveles”, creando un ruido “agudo y taladrante” y “difícil de soportar”.

Fue entonces cuando la empresa Facebook encargó a la doctora Janine Benyus la investigación del fenómeno. En la entrevista que le realicé, en vivo, la doctora me confió que a principios de este 2017, recibió en su rancho de Vermont al CEO de la compañía para darle los resultados.

Vestidos en el traje blanco propio de los apicultores, con cascos de tela blanca y visores de malla, la doctora y Mark Zuckerberg se introdujeron en la gran jaula de malla, donde en anaqueles con macetas de flores rojas y naranjas se alternaban 100 celulares, sostenidos por soportes, y en cuyo aire volaban las abejas, sus colmenas en los perímetros del gran abejario.

—Le tengo malas noticias —dijo la doctora Benyus. —Las abejas de verdad odian los aparatos de telefonía.

Apretó en un control remoto un botón y los celulares se encendieron a un tiempo transmitiendo voces humanas. En el bla bla bla que inundó el aire, los zumbidos de las abejas se intensificaron y se aguzaron histéricamente.

—Están compitiendo por el espacio sonoro —avisó la doctora. —Más importante, compiten por la frecuencia electromagnética por la cual se conducen la telefonía celular y los zumbidos.

Las abejas se arremolinaron y luego, organizadas en un río zumbante de alas, recorrieron el centro del abejario, para de pronto bifurcarse en varias líneas, cada una dirigida a un celular, al que picotearon, estúpidamente, puesto que sus micas las resistían.

—He ahí el problema —concluyó la doctora. —No pueden matar a los celulares.

—¿Para usted ese es el problema? —preguntó Zuckerberg. Le era claro con qué bando se identificaba la científica.

Antes de abordar su avioneta, Zuckerberg le entregó a la doctora un disco duro. Eran imágenes que llevaba un año almacenando al tiempo que eran bloqueadas en internet, para evitar su propagación. Siempre la misma secuencia: un río de abejas atacando a un celular inmune, y encontrando cerca del aparato duro la blanda posibilidad de enterrar los sucesivos aguijones en la carne humana, de inmediato amoratada, y unos minutos más tarde hinchada.

Miles de videos provenientes de todas las latitudes del planeta, inopinadamente grabados por celulares en modo de grabación visual al momento del ataque, entre los cuales el menos terrible es el video del selfie del muchacho en bicicleta.

Un adolescente de melena negra se tomaba un selfie de video mientras montado en su bicicleta bajaba por una calle arbolada de Cambridge, Inglaterra, cuando las abejas se le acumularon en la barbilla, el cuello y el pecho, como una barba inquieta y zumbante, y lo derribaron al asfalto. Un minuto más tarde, envuelto por completo en la mortaja de insectos, el muchacho todavía alzó el celular para videar como él mismo abría en la máscara de animalitos la ranura de su boca para decir una última palabra —algo que nunca pudo decir porque a cambio surgió de entre sus labios una abeja completamente bañada en sangre, que se fue volando con un zumbido ya tranquilo, y hasta musical.

¿Cómo es que las abejas furiosas se transformaron en las abejas asesinas? ¿Cómo opera la transmisión de conductas en esa especie que incesantemente se comunica con un zumbido que nosotros no desciframos? Queda para el misterio, hasta el próximo descubrimiento de biólogos dedicados.

Lo que sí es seguro es que sabemos cómo se transmiten las conductas en nuestra especie, igualmente gregaria, igualmente comunicada entre sí incesantemente por el ruido —en nuestro caso el ruido del lenguaje.

Por ello, desde aquella junta con la doctora ..., Facebook ha creado una alianza secreta con Google, Twitter, otras redes sociales e incluso las compañías de correo digital. La meta es desaparecer toda transmisión referente a la llamada “guerra de las ... y los ... ”, cancelando las palabras claves de este meme u otros que aludan al mismo asunto, tales como “ ... de los ...” o como “ ... ”.

La doctora ... sigue sin embargo investigando la ... de las ... y los ... , ya sin el patrocinio de Facebook, pero sí gracias al del ... . En especial explora la nueva y peligrosa conductual en las ... , que implica el uso de la sustancia química ... , que ellas están sintetizando en sus ... , y que produce en los humanos previamente asesinados a ... , un crecimiento misterioso de dos ... en la frente, siempre y cuando se cumplan dos condiciones.

1. Que el humano haya estado hablando por celular más de diez minutos corridos antes de ser atacado.

2. Y en su bla bla bla haya usado al menos en una ocasión una de éstas dos expresiones lingüisticas, por cierto bastante comunes:

a)... , y b) ¡ ... !

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