México sintió un respiro con las declaraciones recientes de Peter Navarro, presidente del Consejo de Comercio Exterior de Estados Unidos, refiriéndose a la oportunidad de hacer de la región norteamericana una potencia exportadora, después de una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

La renegociación busca quitar beneficios a ciertas exportaciones mexicanas y con ello reducir el déficit de 68 mil millones de dólares que tienen en su comercio con México.

La reducción de un déficit sólo es una meta relevante cuando se define el mecanismo para hacerlo. Este es, según Navarro, “…a través del proceso de negociación bilateral, elevar la regla de origen, misma que especifica cuánto de un producto es hecho en EU”.

Él mismo describió que muchos productos que se exportan terminan incorporando numerosos componentes extranjeros, refiriéndose a las plantas en México que ensamblan componentes y luego exportan el producto a ese país.

El TLCAN originalmente planteó un contenido mínimo de la región norteamericana para que se beneficiara principalmente a la industria y el empleo de los tres países. Eso tenía un sesgo proteccionista, pero nadie lo objetó, menos la industria norteamericana, pues había invertido mucho en capacidad de plantas automotrices, a diferencia de productores asiáticos y europeos. Esos eran los tiempos del florecimiento de la globalización y aun así la regla pasó sin contratiempo.

La renegociación significa elevar esta regla para evitar que los beneficios del tratado lleguen en exceso a países fuera de la región norteamericana, pues los estadounidenses creen que la regla se aplicó de manera permisiva. Significa exigir que haya mayor contenido nacional o de la región en las exportaciones.

En sus argumentos defensivos del tratado, México ha dicho que nuestras exportaciones de ciertos productos manufacturados tienen un 40% de contenido de insumos de Estados Unidos. Pero los estadounidenses responden que hace años éste era el 60%. Ya saben que México tiene con ellos un superávit de comercio exterior de bienes de 68 mil millones de dólares y con China un déficit de 65 mil millones, cuando con este país ni siquiera tenemos un tratado de libre comercio.

Por lo tanto, buscan limitar que México exporte a Estados Unidos contenido chino o de otros países. El presidente Trump fue claro en un discurso posterior a su toma de posesión de que lo que busca es proteger la industria y el empleo de su país.

El gobierno de México decidirá si aborda esta renegociación pragmáticamente o con la ideología del libre comercio. Si hace lo primero, se estará adaptando a una nueva realidad en Estados Unidos, cuyo comercio debería tener la prioridad, tan sólo por su magnitud. Si opta por la ideología, la renegociación probablemente se retrasaría.

Norteamérica perdió participación en el producto mundial de 35% en 2000 a 28% en 2015, de manera que el tratado no fue tan efectivo para convertirla en la potencia que prometía. Algo de estos 7 puntos porcentuales son vistos en Estados Unidos como oportunidad para mayor producción nacional y para crecer, como ya lo hacen con el petróleo crudo.

México también podría ver en esto una oportunidad para fabricar componentes que hoy simplemente importa y ensambla. Pero se requiere de inversión privada, confianza y seguridad. Y, ante todo, de una nueva visión de que no debemos aspirar a ser plataforma de exportación de componentes de muchos países, sino a impulsar mayor producción interna. Es penoso que la presión para industrializar más venga de afuera y no de México.

Analista económico.

rograo@gmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses