Se ha dicho que la detención del ex jefe policíaco de Iguala, Felipe Flores Velázquez, será clave para aclarar la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Tengo mis dudas y, es más, creo que puede ser un acto premeditado para dar la impresión de un avance sustancial en la investigación y que luego no pase nada y siga latente la pregunta: ¿dónde están?

A ver: Flores, además de primo, fue el verdugo del matrimonio formado por José Luis Abarca Velázquez y su esposa María de los Angeles Pineda, quienes durante al menos dos años ejercieron como señores feudales de horca y cuchillo en Iguala, Guerrero. Donde instauraron un régimen de terror que incluía el asesinato a sangre fría de sus opositores y el pago de cuotas de todos los comercios. Ambos, luego de ser prófugos célebres, fueron capturados cinco semanas después de la desaparición de los jóvenes la noche del 26 de septiembre de 2014. ¿Alguien podría creer que en casi dos años de prisión ninguno de ellos ha podido aportar algo sobre lo ocurrido en esas horas de sangre?

Siempre he dicho que el más grave obstáculo para el esclarecimiento de este caso —que nos mostró al mundo como un país de bárbaros— es que se le ve como un hecho aislado. Y no en el entorno en que se fraguaron y luego hicieron explosión los acontecimientos: el municipio de Iguala es una de las zonas más calientes para la recepción y el trasiego de droga; por supuesto que marihuana, pero también cocaína pura que antes de los “cortes” tiene un valor de al menos dos mil dólares el kilo y conforme avanza hacia el norte alcanza hasta los 120 mil dólares. Por eso la disputa feroz entre los grupos del crimen organizado por ese territorio.

Es en ese escenario que José Luis Abarca y su esposa, dos de cuyos hermanos forman parte del cartel de Guerreros Unidos, compran en 2012 la candidatura a la alcaldía al PRD. En esa operación estuvieron apadrinados por Lázaro Mazón, secretario estatal de Salud, y con la venia del entonces gobernador Ángel Aguirre. Su plan era a mediano y largo plazo: Mazón, como candidato de Morena, sucedería a Aguirre; María de los Angeles Pineda relevaría a su marido y Abarca iría al gabinete de Mazón para luego imponerse como gobernador de Guerrero.

Las preguntas se derraman en cascada: ¿quién mandó a los de Ayotzinapa a secuestrar camiones hasta Iguala, cuando les quedaba más cerca Chilpancingo? ¿Fue casualidad o causalidad el caso del quinto camión que muy probablemente trasladaba droga en su carrocería? ¿Fue una simple coincidencia que esa noche del 26 Pineda iniciara su campaña con una fiesta en la plaza y temiera un sabotaje de los normalistas? ¿Fue Felipe Flores el único responsable de la captura y entrega de los normalistas a los Guerreros Unidos? ¿Por qué nadie a nivel estatal, federal o en el PRD se alarmó por los crímenes cotidianos de un gobierno municipal extorsionador, secuestrador y asesino? ¿Se ha investigado a fondo si desde Iguala se enviaban cuantiosos recursos al gobierno de Guerrero y hasta a la propia Federación? ¿Cuál fue el papel del Ejército en la desaparición de al menos parte del grupo de los 43? ¿Por qué no se han revelado las declaraciones de los choferes que los trasladaban? Finalmente: ¿cuántos años más seguiremos conmemorando y demandando la verdad sobre este crimen horrendo?

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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