El anuncio del aumento al precio de la gasolina encendió la mecha. En una semana que aspiraba a ser de descanso y celebración, se vino abajo el ánimo festivo. Se acabaron las felicitaciones. Llegó la furia.

A partir del primero de enero tendremos que pagar hasta 20 por ciento más por el combustible. Vendrán luego ajustes semanales y a partir del 18 de febrero los precios se van a determinar diariamente.

La explicación gubernamental para soltar este golpazo en días en que el espíritu exige una tregua de malas noticias, es que mantener artificialmente los precios bajos vulnera las finanzas públicas. Subsidiar a la gasolina es beneficiar a los más ricos, eso está claro, pero con el aumento se verán afectados todos, al menos en el corto plazo. La expectativa de inflación de tres por ciento ya no se sostiene. Todo será más caro en 2017. Al acaudalado le costará más llenar el tanque de su camioneta y el menos afortunado tendrá que pagar más por llevar algo a su alacena.

Para colmo, el anuncio del aumento llegó en medio de un problema de desabasto de combustible en varios estados. Hubo quienes se quedaron varados en las carreteras del país y, o no pudieron llegar a abrazar a su familia, o no pudieron regresar a casa cuando lo esperaban.

Argumentan que el desabasto se dio en parte por desinformación, que los rumores de que dejaría de haber gasolina por semanas generaron compras de pánico y eso lo desequilibró todo. Además, el tener un solo proveedor (Pemex) propicia que ante cualquier contingencia, incluso meteorológica, pueda haber escasez. Por eso, dice la autoridad, hay que darle la bienvenida a la reforma energética. Gracias a ella se van a multiplicar las inversiones y los actores involucrados en el sector y esto dejará de pasar.

El problema es que desde que empezaron a sugerirnos que abrazáramos esta reforma, nos ofrecieron beneficios que nada más no se ven. Por más que el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, explique que el aumento no tiene que ver con la Reforma Energética, lo que está en la memoria es la promesa del presidente Peña de que lo aprobado se traduciría en combustibles más baratos. Eso no ha ocurrido y difícilmente ocurrirá durante su sexenio.

A este paso, los únicos que tendrán motivos para festejar el próximo año serán los integrantes de la oposición. Les están arando el camino para tener una buena cosecha.

EL HUERFANITO. Los integrantes de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México regresarán en enero a trabajar a marchas forzadas. Son muchos los temas a resolver en un mes. En el Tribunal Superior de esta ciudad están expectantes por los cambios que pudieran afectar su autonomía. Su presidente, Edgar Elías Azar, asegura que los constituyentes le han faltado al respeto al Poder Judicial local, pero advierte que llegado el momento y en caso de que se quiera violar su independencia, el tribunal hablará a través de los recursos legales.  Otra batalla para la constitución chilanga, que todavía no nace y ya es severamente cuestionada.

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