Después de una mediana Copa Confederaciones, México juega su segundo torneo oficial del verano con mas riesgos que motivaciones.

Ganar la Copa Oro no ha significado mucho históricamente. El trofeo por sí mismo no representa gran cosa, no viste la sala de trofeos como bien podrían hacerlo otros adornos.

Y no es que volvamos al lado arrogante del futbol mexicano que lo llevó a terapia intensiva en las dos calificaciones anteriores para la Copa del Mundo; no, no se trata de ser arrogantes, porque de eso tiene muy pocos elementos el futbol mexicano a nivel de Selección, pero siendo sinceros, el premio que conlleva ganar este torneo es lo que le daba verdadero valor.

Terminar con los brazos en alto implicaba obtener el boleto a la Copa Confederaciones, pero como resultaba tan buen negocio para todos, Concacaf justificó la existencia del campeonato cada dos años dividiendo el premio en dos partes, y si había distintos ganadores, mejor aún, ya que se requería un partido de desempate, es decir, más taquilla, más publicidad y más dinero, obvio. Así es como México consiguió su pase a la última Copa Confederaciones.

Para los jugadores, ganar la Copa Oro quizá representa menos que un título con sus equipos, ya no digamos si esos títulos tienen tonos europeos.

Me queda muy claro que todos los trofeos tienen un significado especial, sobre todo si lo consigues jugando para tu país, pero en realidad, al menos a este grupo, le interesará más cubrir las expectativas de Juan Carlos Osorio con miras al Mundial del año entrante; les interesa convencer al entrenador que pueden formar parte del equipo definitivo y esta es una buena vitrina y una buena herramienta para hacerlo.

Ganar la Copa Oro no demuestra supremacía del área, para demostrar eso existe la eliminatoria mundialista, donde se juega en igualdad de circunstancias con todos los rivales de la zona.

Lo he dicho siempre y lo mantengo: si la Copa Oro no trae consigo un premio extra, vale poco y como seguramente la Confederaciones no se juegue dentro de cuatro años y posiblemente desaparezca, se habrá esfumado el incentivo que mantenía y justificaba la realización del torneo cada dos años.

Más riesgos que ventajas para Juan Carlos Osorio en este nuevo reto: si no se gana, se hablará de un fracaso mayúsculo; si se gana sin convencer, traerá críticas severas y se alimentarán las ilusiones de quienes lo quieren fuera del Tri; ganarla significará poco, porque era su obligación. Nos guste o no, esa es la realidad.

¡He dicho!


futbol@eluniversal.com.mx
***En la foto: Osorio deberá ganar el torneo para callar a sus críticos. (SERGEI KARPUKHIN. REUTERS)

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