México echó a perder una gran oportunidad para trascender, y lo más triste es que lo hizo en tan sólo ocho minutos.

Perder ante Alemania era una de las posibilidades, claro que sí, pero debe importarnos cómo se pierde, cómo se esfuma la oportunidad de escribir una nueva historia.

Que si el Cadáver Valdez, que si los cambios del 94, que el despiste en la marca del 98 o los inexplicables cambios de 2002, pero también, la irracional alineación del Bofo Bautista y el “No era penal”. Unos los llaman circunstancias, otros detalles, detallitos o pequeños grandes y si no es una es otra, pero México en selección mayor sigue viendo pasar las oportunidades para crecer.

Y ayer, era un buen día para hacerlo, pero se requería entender y madurarlo, se requería concentración plena y una mentalidad a prueba de todo; se requería un partido perfecto, pero nunca llegó, de hecho, estuvimos muy lejos.

Alemania a medio gas clavó cuatro, y el tercero, refleja la lectura que todos los rivales tenían en el terreno de juego. Tocaron a placer en los linderos del área y culminaron la acción con un gol que ni siquiera fue motivo de festejo… y no lo hicieron porque sabían que no había mayor cosa que celebrar.

Muchas cosas deberán ser reflexionadas cuando este equipo se presente en un año en estas mismas tierras, de hecho, para el domingo siguiente, ya que para México debe significar algo importante quedarse con el tercer lugar. Quizá para Portugal no, pero para México es un poco diferente, y para ello, esperaría una alineación sería, es decir, rotando lo indispensable para brindarle al compromiso del domingo la seriedad que merece.

Porque a fuerza de ser sinceros, México no está para despreciar ni ver por encima del hombro, un tercer lugar en el torneo de campeones.


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