Resulta que no eran justicieros ni autodefensas, eran narcos, al menudeo pero narcos al fin. Operaban en la delegación Miguel Hidalgo, querían mandarle un mensaje a una banda rival, querían decirles que la zona de Santa Julia, y otras más, eran únicamente suyas. Eran, literal, porque hoy se disputan la zona.

Cárteles, delincuencia organizada o delincuentes asociados, da igual el término. En la otrora burbuja de seguridad que representaba la Ciudad de México hoy día se arrebatan el territorio hombres armados que han sido entrenados en situaciones de extrema violencia.

Sí, en la Ciudad de México también se levanta y se extorsiona, también se desmembran cuerpos y se decapitan enemigos. Sí, en la Ciudad de México también se respira la guerra del narco.

El botín de los narcos capitalinos, me afirman fuentes de inteligencia federal, es, justamente, el mercado interno de la ciudad, aquí no se siembra, no se produce gran cosa ni mucho menos exporta, aquí se vende y se consume.

En la Ciudad de México se puede encontrar de todo: MDMA en pastillas o cápsulas, en corona azul o cristal café, cocaína pura o rebajada de diversas calidades, crack, LSD shiva o de emoticon y agreguemos todos los etcéteras que guste el cliente, aquí existe una oferta que pueden adquirir todos los bolsillos, alcanza para surtir a los clientes pequeños pero constantes de algunos cuantos cientos de pesos que consiguen jóvenes abandonados de las zonas marginadas, pero también se surte a las decenas de miles de pesos de los altos ejecutivos, mirreyes y yonkis de las Lomas, Santa Fe o Polanco.

El mercado de drogas de la Ciudad de México está valuado en cientos de millones de dólares, debido a la clandestinidad y diversidad de los productos ofertados no hay cifras ni estudios económicos concretos y exactos, solo aproximaciones diversas.

Con los millones alcanza para inundar colonias, que antes se antojaban de escasos recursos, con coches de ultra lujo, comprar armas, muchas armas, y reclutar personas desesperadas por la pobreza que terminan pagando sus errores con las muertes que cada día parecen más en cantidad y violencia.

Tiene razón el secretario de Seguridad en la Ciudad, Hiram Almeida, cuando dice que no hay autodefensas en la Ciudad de México y es que tampoco las hubo en Michoacán (salvo quizá por Hipólito Mora en el momento en que expulsaron a algunos Templarios de La Ruana), es por eso que el mensaje de los “justicieros” enciende, aún más, las alarmas en una convulsa ciudad azotada por la violencia de las bandas.

¿Será que, con toda proporción guardada, los justicieros de Santa Julia siguieron el mismo patrón que usaban, por ejemplo, los H3 de Michoacán: disfrazarse de “autodefensas” para, en realidad, operar como narcos?

No les llamemos cárteles por aquello de las susceptibilidades, pero ¿al menos sabemos cuántas bandas hay en la disputa de un mercado potencial de millones de dólares?, ¿dónde operan?, ¿quiénes son sus líderes?, ¿qué mecanismos de violencia ocupan?

No hay cárteles de la droga en la Ciudad… Tal vez hay algo peor.

DE COLOFÓN.— Legalmente no existe el término, pero la Real Academia de la Lengua Española los define como una “organización ilícita vinculada al tráfico de drogas o de armas.”

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