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Finalmente, morimos dentro de un sentimiento confuso entre la angustia y la esperanza.
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Sin la voluntad, no hay destino que valga.
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No hay espionaje más censurable que el que puede ejercer un cónyuge con su pareja.
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Qué frustración, me decía aquel vanidoso actor: sólo poderme ver a mí mismo en un espejo.
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Nada es tan mal visto en política como la humildad.