Después de que lugares como el desaparecido Blockbuster dejaron de ser rentables, los latinoamericanos tuvimos la oportunidad de probar aquel servicio de streaming que nació de una empresa que originalmente enviaba por correo películas en VHS y DVD; por medio de una conexión a Internet y con ayuda de algún dispositivo nos hemos conectado desde entonces a un cada vez más amplio catálogo de películas, documentales y series. Tan acostumbrados estamos ya, que la televisión por cable ha quedado casi en el olvido, y otros servicios se han subido al carro del streaming a raíz del inusitado éxito de Netflix (éxito que probablemente no se ha dimensionado con claridad, ni siquiera por sus creadores), hoy en México hay por lo menos tres opciones más, incluyendo alguna tibia y descafeinada opción Made in Mexico. Netflix, a pesar de tener deudas billonarias, una de las más grandes del mundo, es el referente de este siglo en cuanto a entretenimiento, sobre todo en cuanto a series originales.

Hay que reconocer que el verdadero auge de las series televisivas se dio en los 90 en Estados Unidos, lo demás eran productos de poca calidad, qué decir de lo que se hacía en la televisión abierta en América Latina, intentos de series que acababan reducidos a melodramas con argumentos harto trillados y producciones básicas; claro, con algunas bien logradas excepciones. Hoy la caja idiota ya no lo es tanto. Hoy, la cultura del televidente es muy distinta.

Hace unos días dentro del encuentro “Vive Netflix”, éste anunció su intención de entrar de lleno al mercado de América Latina; el país base del proyecto será México y habrá también algunas ramificaciones en Brasil, Argentina, Colombia y Chile. Ted Sarandos, director Ejecutivo de la plataforma, aseguró que América Latina es la región más dinámica fuera de Estados Unidos, por lo que ahora la propuesta va en torno a producciones completamente “nacionales”, de modo que se tienen ya contemplados alrededor de 50 proyectos hechos en América Latina a estrenarse entre este año y el que viene.

La intención es que los espectadores se interesen por tramas mucho más llamativas, más cercanas (por locales); como ya pasó con Narcos, ejemplo que, pese a presentar historias ya contadas y repetidas al cansancio, ha sido una de las producciones más cuidadas, con una nómina de buenos actores, banda sonora excepcional y lo mejor de todo… sin publicidad.

Uno de esos nuevos proyectos es una serie llamada Diablero, dirigida por José Manuel Cravioto y basada en el libro El diablo me obligó, del mexicano Francisco Gerardo Haghenbeck, un thriller de fantasía y horror que cuenta la historia de un sacerdote que busca la ayuda de un cazador de demonios; habrá que verla. Ojalá que la llegada de la plataforma a América Latina despierte como balde de agua helada a las productoras nacionales, que parece que después de todos estos años siguen pensando que hacer televisión es hacer “televisión para jodidos”.

@Lacevos

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