Han pasado 41 años desde que en la Eurocopa de la extinta Yugoslavia apareció una locura, una jugada que era impensable y que se ha convertido en un símbolo del futbol; una jugada que cada vez que se presenta genera polémica. Aficionados, entrenadores, directivos, no hay quien se ponga de acuerdo. ¿Audacia? ¿Irresponsabilidad? ¿Burla? ¿Destreza? ¿Protagonismo?

Antonin Panenka nunca imaginó que tirar un penalti de manera tan extravagante, en la final de la Euro de 1976 contra Alemania, y que a la postre les dio su único título continental, fuera parte del día a día del futbol. Aquel día, Checoslovaquia se coronó porque a Panenka se le ocurrió dejar sepultada la máxima del penalti: fuerte, raso y colocado; y frente al legendario portero alemán Sepp Maier —a segundos de que falló Uli Hoeness el cuarto penal de la tanda final—, el checo ejecutó suavemente, pegándole en la cara inferior al balón, vaya, lo que conocemos como un “globito” o en España como “vaselina”. Anotó, Checoslovaquia fue campeón y la polémica sigue.

El sábado en el Estadio Azteca, ante una aberración de Erick Yair Miranda que por inutilidad arbitral se le ocurrió marcar un penal inexistente a favor de América, Silvio Romero tomó el balón y ante la sorpresa de sus compañeros, que sabían que él no era el tirador. Dispararó a lo Panenka y falló. Ya por finalizar el partido, Miranda marcó otro penalti, ahora sí una mano clara, y desde la banca Miguel Herrera ordenó que fuera el 10 quien lo tirara. Cecilio Domínguez lo hizo igual, no dudó en disparar a lo Panenka ante la sorpresa de todos, incluido el entrenador.

¿Hizo bien? ¿Hizo mal? Lo cierto es que cuando salen las cosas positivamente no deberían de cuestionarse este tipo de jugadas, pero estoy seguro que no existe un dueño de equipo, entrenador y aficionado consciente de que es una irresponsabilidad definir un campeonato –como lo hizo Panenka— o un simple partido –como lo hizo Domínguez— de esa manera. Acertaron, engañaron al portero, como lo han hecho muchos futbolistas en momentos de nervio extremo, pero no es lo ideal. Cuando hay tanto en juego, regresar a jugar futbol de barrio no es necesariamente óptimo.

En el futbol profesional este tipo de actos pueden tomarse como un exceso de protagonismo y si no le sale echarán a perder el trabajo de una institución. A Miguel Herrera no le gustó, fue claro, pese a que su equipo ganó un partido gracias a Panenka. Tiene razón, es riesgoso y para que un equipo entregue espectáculo a la tribuna se puede evitar esta jugada, que se puede definir de muchas formas: irresponsable sí; audaz, también; protagónica, claro; destreza, evidentemente que también.

@gvlo2008
gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx

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