La confusa y cerrada elección de gobernador en Colima está próxima a ser resuelta por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Dirá, de una vez por todas, cuál de las dos versiones que dio la mismísima presidenta del Consejo General del Instituto Electoral del Estado de Colima, Felícitas Alejandra Valladares Anguiano, es la buena.

Recordarán que la maestra Valladares, en exclusiva y primicia para Joaquín López-Dóriga, dio como ganador al candidato del PAN Jorge Luis Preciado. Minutos más tarde, en exclusiva y primicia para Joaquín López-Dóriga reloaded, indicó que siempre no, que el triunfador era el candidato del PRI-Verde-Panal, José Ignacio Peralta. “La información que me habían dado traía un detalle”, le dijo la funcionaria al periodista.

La diferencia es mínima. Cerca de 500 votos.

Uno de los miembros de la Sala Superior del Tribunal Electoral me comentó que le sorprendió gratamente la exposición y defensa que hizo Preciado.

Pero cualquiera puede ser gobernador y la decisión será política.

Al PRI le conviene tener el respaldo del PAN para la designación de los futuros ministros de la Suprema Corte. ¿Es Colima moneda de cambio? De acuerdo con fuentes cercanas, de que lo han pensado, lo han pensado.

Ahora mal, como diría el gran Gil Gamés, hay otros ingredientes.

Varios de los magistrados del Tribunal que resolverán la elección de Colima desean ser ministros de la Corte y necesitan el apoyo de los partidos.

¿Conflicto de intereses? Por lo menos, un relajo sí es.

Y a todo ello, uno se pregunta: ¿Por qué Preciado y Peralta quieren ser gobernadores de ese violento estado, donde han matado mandatarios, donde los principales y sanguinarios grupos del crimen organizado se disputan la plaza y donde el tráfico de mercancías ilegales y drogas provenientes de Asia encuentra su principal puerto en Manzanillo?

¿Será por eso mismo?

DE RAZONES Y PASIONES: Mientras tanto, en los enjuagues mediático-políticos, empleados de TV Azteca y Grupo Imagen se unen para presentarnos en salas de cine una producción (no amerita el prefijo “súper”) que refuerza la “verdad histórica” de los 43 normalistas “hechos polvo” en el basurero de Cocula. No falta el ingrediente de vincular a las víctimas con el cártel de Los Rojos. Sobre la película La Noche de Iguala bajo la dirección de Raúl Quintanilla y la pluma de Jorge Fernández Menéndez diré: Ni periodismo, ni documental, ni ficción, ni actuaciones, ni guión… mal resultado, mala propaganda, mal timing… Chafa, pues.

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