Martes 8 de noviembre, la noche sombreaba la parte este del continente y los números pintaban de rojo los estados de la Unión Americana.

Los mexicanos éramos participantes externos. Testigos involucrados, con mucho que perder, con mucho que decir, pero sin voz ni voto.

Primero vi un video que subió a redes Joaquín López Dóriga. Después vi otro de Víctor Hugo Michel. Las imágenes coincidían: estadounidenses, unos en el búnker de Trump, otros en la calle, gritando fuerte y claro: “¡Build the wall, build the wall...!

Los videos con el mismo cántico se incrementaron. Estremecedor. Ahí estaban multitudes reunidas exigiendo lo suyo en detrimento de “los diferentes”. Exigiendo lo que el fascista les prometió.

Esa frase de campaña que se volvió central en el deseo profundo de los votantes: “¡Construye el muro!”, “¡construye el muro!”

La visita de Trump a México, por invitación de Enrique Peña Nieto y Luis Videgray, les confirmó que no sólo era un sueño, sino una posibilidad.

Esto, independientemente de la fuerza que recobró Trump al imponerse ante el país al que tanto golpeó en campaña. Enrique Peña le brindó al racista, misógino, homófobo, multimillonario, evasor fiscal, buleador la legitimidad que necesitaba. Por si alguno de sus seguidores tenía dudas.

El discurso de miedo y desprecio hacia “el otro”, anidado en millones, encontró una razón más de muchas, para aflorar en las urnas.

Hillary Clinton obtuvo la mayor cantidad de votos directos (voto por voto, casilla por casilla), pero las reglas de la democracia estadounidense son claras, gana el que obtenga más votos electorales y ese fue Donald Trump.

Con un resultado cerrado y Estados Unidos dividido, el presidente de México contribuyó al ascenso de uno de los hombres más despreciables y peligrosos que pudo haber llegado a dirigir la nación más poderosa del planeta.

RAZONES Y PASIONES. Hablando de misóginos, racistas, xenófobos, homófobos que el mundo no necesita más, el día de ayer impartí una conferencia en el Tercer Foro Internacional “Inclusión y Empoderamiento de las Mujeres: Alternativas y Retos.” Compartí, delante de mujeres y hombres, lo que considero central para transitar hacia un mejor lugar: Entender, creer, aceptar, de una vez por todas, que nuestros sueños, nuestros gustos, nuestro dolor, nuestras capacidades, nuestros ideales, nuestras debilidades, no tienen género, ni color de piel, ni religión, ni preferencia sexual, ni raza.

Tenemos diferencias, pero no somos diferentes.

Y tenemos tantas diferencias como para ser, a final del día, personas únicas, irrepetibles. Y a la vez, los mismos seres humanos.

La discriminación es un engaño poderoso alimentado de generalidades, miedos, prejuicios, estereotipos, roles.

@elisaalanis

Facebook: Elisa Alanís Zurutuza

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