El presidente Peña Nieto echa mano de un veterano bragado como José Narro que, además de mantener el funcionamiento de la salud pública, deberá acercar al gobierno con grupos no siempre amables. Manda a uno de los mejores servidores públicos, Mikel Arriola, a reemplazar en el Seguro Social a otro extraordinario servidor que ahora irá a recibir candela a Pemex, José Antonio González.

Hay una lógica, digamos que virtuosa, en los tres movimientos. Queda la pregunta de ¿por qué se fue Emilio Lozoya de Pemex? Hace tres semanas, el Presidente lo tuvo como garante en la gira por el poderoso mundo árabe. ¿En qué falló? ¿Sumió a la empresa en un desastre, complicó la relación con el sindicato, perdió el sentido estratégico? Creo que las respuestas son negativas. ¿Por qué, entonces, fue removido? Hablo de remoción, porque conversé con él a fin de año y su discurso y actitud eran las de quien se prepara con rigor para una larga y difícil temporada. Lo entrevisté también el 18 de enero y sus palabras eran de futuro.

Quizá el Presidente le perdió la confianza. O le está cobrando el desgaste por asuntos que no se pueden controlar desde Pemex : la caída de los precios, el discreto entusiasmo de los inversionistas con la reforma energética. O, como dicen los trascendidos, se hicieron insoportables las tensiones con el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que quiere más recortes en Pemex, más dinero de Pemex, más respuestas del director general.

Hay críticos que le reclaman a Lozoya no haber puesto al servicio de la empresa todo lo que tenía. Que le echan en cara falta de talento para conducir la nave en la tempestad. Razonamientos subjetivos que chocan frente a una serie de assets notables para una gestión de acaso 40 meses. Por ejemplo, Lozoya ajustó el régimen de jubilaciones y pensiones (unos 100 mil trabajadores se marcharán a los 65 y no a los 55 años) y sacó del consejo de administración al sindicato sin desatar una crisis; reconfiguró para encarar el endémico problema de corrupción, la auditoría interna, la unidad de control interno institucional y área de responsabilidades; consolidó el esquema de asociación con empresas para capitalizar la deuda de Pemex sin generarle endeudamiento al país.

—¿Cuál es el estímulo para ti, que podrías estar ganando muchísimo más en las finanzas internacionales, para aguantar vara aquí? —le pregunté en el piso cuarenta y tantos de la torre de Pemex a finales del año pasado.

—Es que aquí se pueden hacer muchas cosas, mejorar muchas cosas.

—El panorama desde este piso se ve terrible.

—Vienen tiempos duros, pero vamos a cambiar para bien a Pemex.

O Emilio Lozoya cambió de opinión y se hartó de las grillas, o el Presidente sucumbió antes quienes piensan que Pemex requiere de un director menos exquisito. Como sea, es una pena que México pierda a esa clase de servidores públicos.

MENOS DE 140. Más vale tarde que nunca. El gobierno mexicano le tendió la mano a Lilian Tintori y lo mucho que ella representa. Ojalá sea en serio.

gomezleyvaciro@gmail.com

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