En una entrevista, Obama le hace una advertencia a Trump: “El Gobierno Federal y nuestra democracia no son una lancha rápida, son un transatlántico… Me di cuenta de eso cuando asumí el cargo”. Esta cita la hace Daniel Cabeza de Vaca con el propósito de argumentar que la violencia, la amenaza y la fuerza no deben ser parte de la estrategia de Estados Unidos para imponerse en un mundo global como la nación más poderosa de la Tierra (El Universal, 14-12-16).

Extraña que un político profesional, como lo ha sido Obama, no se haya dado cuenta que la burocracia cambia lentamente y que el modelo constitucional-administrativo de los estados post-benefactores es el reconocimiento de un conjunto de autonomías responsables de funciones gubernativas, pero que no forman parte del Poder Ejecutivo, ni están subordinados al mismo.

En México, ha surgido un Estado regulador, reconocido en la jurisprudencia de la Suprema Corte, en el que entes no pertenecientes al gobierno o con relaciones de coordinación con el mismo llevan a cabo funciones cuasi-legislativas, cuasi-ejecutivas y cuasi-jurisdiccionales por mandato constitucional en ejercicio de una autonomía otorgada con diversos grados.

Esta nueva paraestatalidad es un fenómeno global, no exclusivo de nuestro país, parcialmente derivada de la crisis del Estado benefactor de los años setenta que hizo evidente que las organizaciones legales-racionales, como es un gobierno en un Estado de derecho clásico, son poco propensas a las transformaciones rápidas y que su capacidad de adaptación a la complejidad de una economía globalizada y tecnológicamente avanzada (imperio de las TICs) es limitada. Esta realidad provocó que el Estado se adelgazara (descentralización y desincorporación), se incrementara el pluralismo político (democratización) y se fortalecieran las garantías de protección a los individuos (paradigma de los derechos humanos).

Con base en la metáfora náutica, se puede afirmar que en el entorno del transatlántico que representan los gobiernos nacionales (federales o centralistas) se crearon “lanchas rápidas”, órganos constitucionales autónomos o semi-gubernamentales, y se empoderó a la sociedad civil con la multiplicación de órganos híbridos (público-privados).

Esta estrategia tiene dos propósitos fundamentales: aligerar la carga del transatlántico y generar los incentivos para su mejora tecnológicamente a fin de que la enorme embarcación se desplazara con mayor agilidad y que los virajes sean más oportunos. Lo que permitió que simultáneamente, otras organizaciones estatales no gubernamentales asumieran funciones que antes correspondía al Poder Ejecutivo para que la ciudadanía tuviera respuestas más rápidas y congruentes con la complejidad de las economías integradas y globalizadas.

Sin embargo, lo imprevisible fue el cambio climatológico de lo político y lo social. Las condiciones de “navegación” en que se mueven los transatlánticos es radicalmente distinta. En las postrimerías del siglo XX e inicios de la centuria actual, los conflictos latentes afloraron con gran fuerza: economía formal vs. informal; sector industrial vs. sector de servicios y tecnológico; sistema de partidos en crisis de representación vs. sociedad civil más organizada; Estado de derecho vs. delincuencia internacional organizada; aumento de la riqueza mundial vs. creciente desigualdad en el reparto de la misma entre los individuos y las regiones; mayor disponibilidad de bienes y servicios vs. menor inclusión social.

¿Cómo deben responder los gobiernos ante lo evidente? Las políticas públicas son insuficientes. Hay grupos que se siente excluidos del desarrollo. Existe un resurgimiento de los nacionalismos y del proteccionismo económico. ¿Bastan las nuevas entidades regulatorias del Estado no pertenecientes al gobierno para mejorar las condiciones sociales y económicas? Lo único cierto es que los gobiernos tienen retos por delante que parecen ser superiores a sus capacidades y que el modelo de gobernanza basado en redes todavía no se acaba de asentar. Entonces, el capitán al mando del transatlántico, que se mueve lentamente según Obama, debe coordinarse con las lanchas rápidas (organizaciones públicas no gubernamentales) para sortear con éxito las tempestades. Entender la nueva paraestatalidad parece ser la clave.

Profesor de Posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac del Norte

cmatutegonzalez@yahoo.com.mx

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