El conocido salsero Sergio Vargas nos lleva al baile cantando que la ventanita del amor se le cerró cuando su amada lo dejó. Esperemos que los Estados Unidos no nos lleven al baile en las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y que la ventanita que se abre a partir del 16 de agosto, como lo informó el representante de Comercio Exterior de Estados Unidos, Robert Lighthizer, y la “esperanza” es tenerlo antes de que finalice el año (El Universal, 22-08-17).

Por su parte, Wilbur Ross, Secretario de Comercio, advirtió que la renegociación de ninguna forma pretende sacar a su país del Tratado, en oposición a lo que el presidente Donald Trump dejó como una posibilidad abierta. Además, en el foro de inversión SelectUSA, admitió que en un escenario ideal acabarían las negociaciones este año aunque posiblemente se concluyan en el primer trimestre del año electoral, 2018 (El Universal, 29-06-17). Los tiempos importan e importan mucho.

La ventanita que se abre será un espacio para encuentros y desencuentros, como en toda negociación, aderezada con la participación de tres países con reglas distintas para la aprobación de tratados internacionales. Los plazos, en principio, fueron puestos por las promesas de campaña del Presidente Trump y su postura inicial de abandonar el TLCAN, la que abandonó a petición de los mandatarios Enrique Peña y Justin Trudeau, de México y Canadá, respectivamente.

Las negociaciones se van a llevar a cabo en un ambiente negativo. La retórica antimexicana no es el mejor ingrediente para preparar un buen acuerdo. La asimetría entre los socios es el principal obstáculo y la oposición de grandes sectores de la población a concebir a este tratado como una oportunidad para consolidar un destino compartido para América del Norte. Nada más alejado de una relación amorosa la de los gobiernos de Estados Unidos y México.

El Consejo Mexicano de Asuntos Internaciones (Comexi) elaboró un documento sobre la relación entre ambas naciones en el que destaca que una estrategia integral, que no aísle los temas, es la que permitirá una negociación en la que todos sean ganadores. En ese sentido, el TLCAN debe ser abordado desde la perspectiva trilateral, bajo el imperativo de incrementar la productividad y la simetría de la región, así como con la apertura suficiente para revisar a fondo los mecanismos y reglas del acuerdo original.

Sin embargo, es breve y pequeña la apertura de la ventanita para lograr un tratado “remasterizado”, que recobre el propósito original de contribuir a la creación de un mercado norteamericano común en el que los tres países obtuvieran beneficios. Quitando el lugar común, que son las afirmaciones de que las condiciones han cambiado y que los temas de interés tienen distinto grado de importancia si se comparan con el escenario de hace casi un cuarto de siglo, hoy el TLCAN es parte de una relación más compleja –hay una mayor integración comercial y financiera- en la que las cadenas de producción se extienden como tentáculos de un gigantesco pulpo en toda la región, los mercados laborales, de las telecomunicaciones y de servicios tecnológicos se traslapan mientras que los intercambios en materia de energía, transporte y turismo se expanden.

La ventanilla es pequeña porque hay muchas redes y obligaciones que no se pueden transformar radicalmente y mucho menos desaparecer como pretendía el discurso de campaña trumpeano. Es bueno que los negociadores norteamericanos sean expertos y haya habido un reconocimiento de la interdependencia de ambas naciones de las políticas públicas en cuestiones como seguridad, fronteras y migración.

La ventanilla es breve porque los plazos de negociación de tratados de Estados Unidos son rígidos (marcan el inicio a finales de agosto en la mejor de las circunstancias) y los tiempos político-electorales limitan los espacios de debate público libre de interferencias partidistas al último semestre de 2017. En enero, los mexicanos entramos de lleno en el proceso de elección presidencial (precandidaturas-candidaturas) y en agosto los norteamericanos inician la renovación de mitad de mandato del Congreso que se elige en noviembre.

En un mundo ideal, las campañas no debieran ser significativas para la discusión sobre aspectos técnico-económicos del TLCAN, pero la realidad es otra cosa. Toda aquel que se vea beneficiado-afectado por la renegociación en un aspecto determinado, trasladará la defensa de su interés a las plataformas electorales para obtener o reafirmar una posición de fuerza.

Parafraseando al salsero no queremos cantar el año entrante que “la ventanilla de la renegociación se nos cerró cuando inició la competencia electoral”. Es deseable una negociación concentrada, pero que la rapidez no afecte la asertividad y la búsqueda en beneficio de los tres países, ya que esto último es la garantía de su éxito y que los efectos del tratado impacte positivamente a la mayoría de sus poblaciones.


Profesor de Posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac del Norte
cmatutegonzalez@yahoo.com.mx

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