La delicada situación nacional obliga a una reflexión honesta y sincera sobre el rumbo del país, y es de la mayor preocupación que en esta hora delicada, las respuestas sean mentiras.

El presidente afirma que el incremento en las gasolinas no obedece a la reforma energética, ni al aumento a los impuestos, esto es falso, ya que la liberalización de los precios de los combustibles está prevista en el texto y en las leyes de dicha reforma. También es falso que no tenga una lógica fiscal, ya que la mecánica en la Ley de Ingresos 2017 pasa de un esquema en el que los ajustes en el precio los pagaba el gobierno y ahora los paga el ciudadano.

En cuanto al incremento en el precio del petróleo, si bien se dio a nivel global, no es determinante ni proporcional, como no lo es en otros países. ¿Cómo es posible que con precios del petróleo a la mitad de los que había hace un par de años, tengamos una gasolina más cara?

Al final del día, el precio del petróleo se volvió una coartada para ineficacias, es malo si sube, es malo si baja, ¿cuál es el supuesto en el que México se beneficia del petróleo en su esquema?

También se afirma que el precio de la gasolina ha subido a nivel global, lo cual también es falso. El reporte publicado el día 6 de enero por la EIA (Energy Information Administration) refiere que sus precios en 2016 han sido los más bajos desde 2004.

La premisa de Peña Nieto es que el problema viene del exterior, explicación que parece copia de los discursos de José López Portillo. No es así, el problema radica en una debilidad del Estado y en la incapacidad de reaccionar con oportunidad y responsabilidad.

Usted, señor Presidente, plantea un falso dilema entre subsidio a las gasolinas y programas sociales, no hay tal dilema. Por el tamaño del subsidio en el último año, pero sobre todo porque si fuera el caso (que no lo es) hay muchos más rubros que recortar antes que los programas sociales, por ejemplo: su gasto en comunicación y el de los gobiernos de los estados, la corrupción en Pemex, gastos en escoltas, secretarios particulares, asesores, contrataciones inútiles, aviadores, comisionados... además que se puede empezar por hacer las importaciones de combustibles más baratas.

El dilema de fondo es elegir a quién apoyar: ¿a quienes tienen el negocio de la importación y distribución de gasolinas o a la economía popular?

Supone falsamente el Presidente que el incremento a las gasolinas es una medida estabilizadora, ¿en qué torcido concepto se puede afirmar que lo que provoca saqueos, enojo, inflación, pérdida de poder adquisitivo y competitividad, abona a la estabilidad?

Pero entre todo esto, la peor mentira, la más ofensiva, es que no hay nada qué hacer o más alternativa que la comprensión. Sí la había y la hay. Se pudo haber invertido en la refinación, realizar importaciones en mejores condiciones, o simplemente disminuir el margen de la utilidad de los gasolineros, como ya lo hicieron en Colima, por mencionar algunas medidas. La salida es desde su perspectiva sólo resignación. La mayor infamia de un gobernante es renunciar a proponer un mejor futuro, pero no a los privilegios.

Se pide unidad, pero sólo la entiende en torno al mandatario, no en torno a un proyecto que beneficie al pueblo. Su cortesanía no le permite ver que sí hay unidad nacional, pero en contra de estas medidas, que sólo cuenta con la lealtad que le ofrece la nómina y un decadente aparato de control político.

No se puede pedir unidad si no propone una solución de fondo. Es de la mayor urgencia una ruta para salir de esta espiral de deterioro del Estado mexicano, recuperar la seguridad y la gobernabilidad nacional.

Senador de la República por el PRD.
@LuisHFernandez

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