Texto: Gamaliel Valderrama
 

Una banqueta es su escenario, ahí interpretan tanto música de cámara, clásica, tangos, boleros y hasta los hits del momento. Entre cada pieza el público itinerante, que recorre la calle 16 de septiembre, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, aplaude y se regocija.  
 
Durante algunas horas al día, y en diferentes horarios, dicha avenida semi-peatonal, que conecta al Zócalo capitalino con el Eje Central y que alberga un sinfín de negocios, se vuelve una gran sala de conciertos al aire libre. 
 
Esta calle no sólo da cobijo a los clásicos, también arropa ritmos como el rock o el jazz, entre otros. Aunque no es tan cercana a la gente, los ejecutantes de la música culta opinan que llevar este tipo de tonalidades a las calles expande las posibilidades de ésta en lo educativo, curativo, relajante y de sensibilidad entre los oyentes. 
 
Se transmite más en la calle que en grandes recintos culturales, “es refrescante, consolador. Aquí puedes sentir la música como no lo harías en un teatro, aunque tengas entradas VIP”, afirma en entrevista con EL UNIVERSAL, Luis Alberto Rey Cárdenas, violonchelista venezolano avecindado en México desde hace ocho años.
 
Pero no todo es “amor al arte”, pues estos artistas, además de hacer una labor social al compartir su música en las calles, también reciben aportaciones de los oyentes y realizan presentaciones privadas, por las cuales cobran de mil a 3 mil pesos. En conjunto, estas actividades les dejan ganancias que pueden ascender a más de 10 mil pesos mensuales. En una convocatoria de 2015 para una plaza como músico principal y de fila, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México ofrecía un sueldo de 34 mil 977 pesos y 28 mil 366 pesos mensuales, respectivamente.
 
Según cifras de los propios músicos, quienes se presentan en la avenida semi-peatonal, hay cerca de 200 grupos  de diversos géneros y solistas  que tocan en dicha calle, de estos, hay alrededor de ocho agrupaciones y solistas de música clásica. 
 
Interpretar, sensibilizar y sanar 
Luis Alberto Rey Cárdenas da inicio a su recital, a su costado hay un letrero que afirma “La música te sana y te hace feliz”, con esta frase argumenta su labor en las calles, pues sostiene que la música “elimina dolor, estrés,  es un elixir mágico. Esto lo hago por la gente y a mí me ayuda,  me cura, me hace sentir que estoy haciendo algo importante por la comunidad”.
 
El músico venezolano, quien tiene estudios superiores como ejecutante de violonchelo, cuenta que su arribo a México fue complicado: “Cuando llegué me robaron mi chelo. Trabajé de todo, como lava coches, de viene-viene, en seguridad. Di clases de música. Hace un tiempo me prestaron un chelo con el cual volví a tocar. Hoy llevo dos años tocando en las calles”.
 
El músico de 60 años confiesa que miraba con cierta reserva a los músicos callejeros hasta que descubrió la importante labor que realizan. “El músico urbano toca para todos, sin restricción de credos, ideales políticos, filosóficos e intelectuales”.
 
Sobre por qué no toca en una orquesta, asegura que los sueldos son bajos: “Pagan entre 11 y 15 mil pesos al mes en orquestas medianas por estar tiempo completo, lo que me impedía realizar mi labor en las calles”, agrega que en orquestas de mayor prestigio en ocasiones los lugares ya están designados, además que son pocos y los requisitos para entrar muy altos. 
 Luis Alberto sostiene que tienen un mejor ingreso en las calles que en una orquesta; sin embargo, dice que estas ganancias le permiten costear el  mantenimiento de su instrumento, lo  que le  puede costar más de 30 mil pesos, además de tocar  en eventos donde no hay remuneración.
 
A lo largo de ese tiempo ha sido testigo de varios hechos, pero recuerda uno en particular: “Estaba tocando en los arcos [frente a Palacio Nacional], de pronto llegaron unos extranjeros y me preguntaron si podían bailar, les dije que sí y comencé a tocar La habanera, resultó que eran bailarinas, una del ballet de Toronto y otra de Alemania, se llenó todo”.
 
Ayuda por gusto, no por lástima 
 Desde pequeños, Berenice Santana Hernández y su hermano Gustavo fueron conducidos hacia la música. Sus padres los inscribieron en la orquesta sinfónica infantil de Nezahualcóyotl. 
 
La joven de 25 años confiesa que el instrumento que hoy domina no fue su primera opción, “quería tocar el arpa, pero no había muchos instrumentos”.
 
De aquellos días han pasado 18 años.  Hoy, Berenice se dedica de tiempo completo a tocar en la calle; sin embargo, afirma: “No consideré a la música como algo a lo que pudiera dedicarme”, ya que estudió comunicación en la UNAM y trabajaba en una agencia de publicidad. 
 
El cambio, relata la joven, se debió a sus malas condiciones de trabajo y a  una invitación de su hermano, “empecé a trabajar con él en un restaurante y descubrí que disfrutaba mucho más tocar el violín, entonces decidí dejar la carrera”.
 
Berenice lleva 3 años tocando  en la calle. Cada fin de semana es contratada para amenizar eventos, la joven y  Luis Alberto Rey Cárdenas acostumbran tocar juntos.
 
La violinista afirma que su labor va más allá de lo económico, pues  contribuye en la relajación de su público  y a la vez funciona como una terapia para ella.
 
“Tratamos de ofrecer música de calidad, no esperamos que nos den una moneda por lástima, sino porque disfrutan lo que hacemos. En la calle podemos llegar a gente de cualquier clase social, incluso, personas que viven en situación de calle y que de otra manera no tendrían acceso a esto, esa es la principal razón por lo que lo hacemos”, concluye.
 
La ópera del filósofo
Luis Abraham Ortega es un autodidacta en el mundo de la música. Una convocatoria para emprender un cambio en México, a través del conocimiento, llevó a este ex estudiante de filosofía de la UNAM a encontrar en la música el detonante perfecto para llevar a cabo la transformación que tanto anhelaba.
 
“Hice consciente mi gusto por la ópera cuando entré a la universidad. Pero hasta que estuve en el movimiento Larouchista —emprendido por el economista estadounidense Lyndon Larouche, quien proponía un nuevo orden económico, político y social a nivel mundial— y a propuesta del propio líder que decía: ‘Si quieren transmitir ideas profundas, estudien música, prepárense en la forma de canto operístico  y salgan’; fue que salí a cantar a la calle”, esto sucedió en 2004.
 
Al inicio cantaba sólo para llevar a cabo su ideal de cambio, pero con el paso del tiempo el movimiento comenzó a desgastarse. El joven cantante continúo sus recitales “por puro amor al arte”, sin embargo, también vio una oportunidad en esta actividad para mantener a su familia, y desde hace ocho años gana dinero por su labor en la calle, además de ser contratado para amenizar todo tipo de eventos. 
 
“Hacer esto en la calle es difícil, muchos pensarían ¡ah!, es el camino fácil, pero es más sencillo llegar a un recinto  cuando ya te consiguieron una buena paga”. El cantante revela que su actividad en la calle le deja ingresos superiores a los 10 mil pesos al mes, agrega que “también canta en auditorios y no dejaría de hacerlo, pero la calle es un lugar impresionante”.
 
Entrenamiento callejero
Sharon Pérez Ríos tiene 23 años y estudia música en la UNAM. La joven violonchelista recuerda cómo inicio su incursión en las calles: “Inicié con mi pareja, él toca la viola. El primer día que salimos a tocar nos encontramos a un compañero violinista con el que ya habíamos tocado, entonces hicimos un trío de cuerdas, después se transformó en un cuarteto. Son dos violines, una viola y un violonchelo”. 
 
La estudiante, integrante de diferentes agrupaciones, explica por qué encontró en las calles una forma de desarrollar su arte: “Tocamos por curiosidad, para divertirnos y ganar dinero, fueron varias cosas”, agrega que “hay muchas personas que no conocen este tipo de música o no tienen la posibilidad de ir a una sala de conciertos y tenerla en la calle es algo bueno”.
 
Sin embargo, la violonchelista no cierra la posibilidad de presentarse en grandes recintos culturales, aunque afirma que la dificultad para llegar a esas instancias es que está reservada para “los grandes profesionales de la música y no cualquiera puede entrar ahí”, agrega que “si fuera una ejecutante exitosa regresaría a la calle. A mí me parece un espacio maravilloso”.
 
Sharon prefiere no mencionar cuánto gana por tocar en la calle, pero por presentación privada su cuartero cobra 3 mil 200 pesos la hora. Según la intérprete, semana con semana son contratados para amenizar todo tipo de eventos. 
 
Hoy, el grueso de los músicos de la calle 16 de septiembre se arman de sus mejores notas y organizan  un colectivo para que su labor sea reconocida y regulada por las autoridades de la Ciudad de México. 

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