Por Elisa Villa

Hace unos meses la Femexfut tuvo que pagar alrededor de 600 mil pesos como multa impuesta por el conocido grito de los aficionados “eh, puto” y de ahí no pasó. Trate de imaginar esto: durante la Colonia, decirle puto a alguien lo podía llevar, en el mejor de los casos, a prisión.


Una tarde de 1576 el señor Tomé Núñez volvía del trabajo cuando insistente, convencía a su esposa de tener coito anal con él: "puto, déjame", gritaba la mujer. Tomé le respondió que tener acceso con su esposa cuando y como él quisiera, no era pecado.
Su vecino los escuchó y corrió a denunciar a Tomé por su escandalosa vida sexual. El problema no fue que la mujer dijera la “mala palabra” como tal, sino que era una acusación directa sobre las preferencias de su marido.


En ese tiempo la iglesia ordenaba que ejercer la sexualidad sería únicamente con fines reproductivos, así que cualquier práctica como el coito oral o anal era condenada aún si era con una persona del sexo opuesto.


Tomé fue encarcelado por unos meses pero salió poco tiempo después sin más repercusiones que las constantes quejas de su esposa, doña Luisa, quien al parecer prefería verlo preso. El 6 de noviembre de 1658, 82 años después del arresto de Tomé, las autoridades se enteraron de una red de homosexuales que mantenían citas en Puebla y la Ciudad de México. Eran 123 hombres de varias edades y castas, pero sólo 14 fueron a juicio y condenados a la hoguera.

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