¡Lo logramos!  Cincuenta por ciento de las candidaturas a una diputación federal para la elección de 2015 fue para una mujer, tanto en mayorías como en representación proporcional.  Las modificaciones incorporadas, tanto a la Constitución como a la legislación electoral, incluyeron a las diputaciones locales y a las planillas para ayuntamientos, aunque en esta reflexión me referiré específicamente a las diputaciones federales.

Habiendo dado el paso trascendente de plasmar en la Constitución la obligación de los partidos políticos de postular tantas mujeres como hombres para la renovación de la Cámara de Diputados, la aplicación de este mandato – culminación de una larga lucha por la equidad – marca el inicio de otras batallas y la asunción de otras responsabilidades.

No cabe duda, fue difícil cubrir los espacios; muchos hombres se aferraron a distritos que consideraban de su propiedad, algunas mujeres se mostraron renuentes a pasar a la línea de batalla, ciertos dirigentes esquivaron su deber de resolver las disputas locales y cumplir con la ley.

Las diversas posibilidades existentes para definir los distritos que pelearían hombres y mujeres trajeron consigo desencuentros y conflictos, y en no pocos casos, resultados inequitativos.  No se logró una distribución igualitaria de distritos competitivos entre hombres y mujeres.

Al final se cumplió con la paridad  en las candidaturas.  Las mujeres salimos a la calle igual que los hombres y se obtuvieron más triunfos que nunca en distritos abanderados por mujeres.  De las 500 curules de la Cámara de diputados,  209 serán ocupadas por mujeres, 42% de la Cámara será femenina.

Y ahora, ¿qué sigue?  Este paso no es solamente el final de una larga batalla, sino el comienzo de otra, aún más trascendente.

Por una parte, se requiere con urgencia analizar los obstáculos que se tuvieron que vencer para lograr la paridad en las candidaturas, y tomar decisiones; cómo promocionar a más mujeres para que estén preparadas a enfrentar el reto de la campaña – interna y externa -; cómo modificar las reglas internas de los partidos para lograr mayor equidad; cómo capacitar a hombres y mujeres para que las contiendas sean equitativas; cómo incidir en los electores para que acepten que una mujer puede desempeñarse igual o mejor que un hombre en las responsabilidades legislativas.

Pero por otra, lo que hoy debe ocupar nuestra atención es demostrar que vale la pena el trabajo por la equidad, que es bueno para la sociedad que más mujeres formen parte de la Cámara.  Debemos preguntarnos por qué es mejor que la representación popular esté conformada por un número igual, o cercano a la igualdad, entre hombres y mujeres.  ¿Qué beneficios traerá al Poder Legislativo? ¿en qué favorecerá a la vida política de México? ¿qué ventajas tendrá para el electorado? ¿para las mujeres, los hombres, las familias mexicanas?  En suma, paridad, ¿para qué?

Esta tarea significa una gran responsabilidad para quienes iremos a la diputación en esta próxima LXIII legislatura, y para los partidos políticos que nos postularon.  No cabe duda que el trienio 2015 – 2018 será aquel en el que se deban consolidar las reformas estructurales que se llevaron a cabo durante los tres primeros años de este sexenio, y que también estará influenciado por la proximidad de la sucesión presidencial.

Estrenaremos legislatura con una propuesta de Presupuesto de Egresos para la Federación que se presentará como ‘Base Cero’, y que conlleva una reducción de fondos para programas federales.  La Reforma Educativa ha sacado canas verdes al gobierno federal – y a los ciudadanos, padres de familia, alumnos, y auténticos maestros – pero aún no se hacen visibles sus beneficios.  El Sistema Nacional Anticorrupción debe ser aterrizado en leyes reglamentarias.

Los partidos políticos han presentado a la ciudadanía plataformas legislativas que proponen iniciativas de ley para moderar la desigualdad, incentivar la economía, castigar la delincuencia, mitigar la pobreza, optimizar el uso de recursos, conservar el medio ambiente, defender los derechos humanos.

Pues dentro de estas tareas, y muchas más, debemos estar presentes las mujeres.  Será importante preservar los espacios en las Comisiones de Igualdad y de las Familias, e incrementar nuestra presencia en las de Desarrollo Social, Educación, Infancia, y las que se consideran propias de mujeres.  Estas Comisiones son vitales para la vida del Congreso, y para el desarrollo del país.

Pero las mujeres debemos ir a la Cámara con nuestra forma de ver las cosas desde la otra mitad de la sociedad, en todos los ámbitos.  Una mujer conoce   de Presupuesto, Energía, Telecomunicaciones, Reforma Agraria, y puede, desde su identidad femenina, enriquecer las propuestas y buscar las soluciones que beneficien a la sociedad toda.  Debemos expresar nuestro punto de vista en Relaciones internacionales, Defensa, Cultura, Derechos Humanos, Federalismo y construir, en conjunto con los diputados, respuestas para los ciudadanos que hoy por hoy las exigen, y las merecen.

Y también debemos estar presentes en la Mesa Directiva, en la Junta de Coordinación Política, en el liderazgo de las bancadas; en las negociaciones y alianzas que se tejan entre los diferentes grupos parlamentarios para obtener los mejores resultados.

Nuestra presencia y nuestra influencia son necesarias en el arduo camino de reconquistar el favor ciudadano, partiendo de la realidad de que los mexicanos, en un gran porcentaje, están desilusionados de la política y de los políticos, y que es urgente colaborar en la recomposición de la vida democrática, donde hombres y mujeres podamos participar en equidad.

Este es un gran reto que deberemos afrontar.  Si lo hacemos con éxito, habrá valido la pena el trabajo hasta hoy desarrollado para que más mujeres ocupemos una curul en la Cámara de Diputados, y hará menos arduo el esfuerzo de conseguir la paridad en candidaturas para futuras elecciones.

Diputada federal por el PAN

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