Ayer llegó a nuestro país el papa Francisco. Su visita ha causado, como es natural, gran expectación y para muchísimos mexicanos gran alegría. También la expectativa de su visita generó muchos debates relacionados con lo que debía de hacer o dejar de hacer el Papa. Por ejemplo, si debía o no entrevistarse con los padres de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala. Si debe o no realizar pronunciamientos en torno a la alarmante situación que vive México respecto de violaciones graves de derechos humanos, como la desaparición forzada, la tortura, el desplazamiento interno forzado, las ejecuciones arbitrarias, etc.

Estaremos muy atentos de lo que diga el Papa, pues su opinión tiene un tremendo peso, simplemente por ser el Papa.

Muchas de sus declaraciones, han sido objeto de gran atención. Por ejemplo, alguna vez declaró que los católicos no debían reproducirse como conejos (http://archivo.eluniversal- .com.mx/el-mundo/2015/impreso/el-papa-di ce- que-no-hay-que-reproducirse-como-conejos-8- 9563.html ). Otra vez declaró que él no era nadie para juzgar a las personas con una preferencia sexual distinta a la heterosexual (http://archivo.eluniversal.com.mx/el-mundo/2013 /impreso/francisco-quien-soy-yo-para-juzgar-a-los- gays-83580.html ); luego declaró que la pena de muerte debería ser abolida mundialmente (http://www.eluniversal.com.mx/articulo/-mundo- /2015/09/24/abolir-la-pena-de-muerte-pide- francisco-en-eu).

Las declaraciones anteriores son muy positivas, y apuntan en la dirección correcta, por lo que hay que celebrarlas. Pero Francisco ya lleva tres años en el pontificado, y respecto de las tres declaraciones antes mencionadas, no ha hecho nada para cambiar “las normas” que prohíben el uso de anticonceptivos y preservativos para parejas casadas (Humanae vitae, número 14); que condenan a las conductas homosexuales, considerándolas pecado mortal y como actos intrínsecamente desordenados, y que las personas homosexuales están llamadas a la castidad (Catecismo de la Iglesia Católica, 2357 y siguientes), y aquellas que todavía mantienen abierta una rendija a la posibilidad de la aplicación de la pena de muerte (Catecismo de la Iglesia Católica, 2267; Evangelium Vitae 56).

Está en manos del Papa cambiar o provocar las modificaciones de las anteriores normas, pues de nada sirve que diga que los católicos no deben reproducirse como conejos, si conforme a la Encíclica Humanae Vitae, el uso de los anticonceptivos y del condón están proscritos. Podría expedir una encíclica que “reinterprete” lo dicho por la Humanae Vitae (y por la Evangelium Vitae en sus partes coincidentes); dado que las encíclicas son actos que pueden ser emitidos por el propio Papa.

Juan XXIII, con menos de cinco años de pontificado, revolucionó la Iglesia, al convocar, apenas tres meses después de su elección, al Concilio Vaticano II. Al Papa Bueno le debemos la célebre encíclica Pacem in Terris, que es algo así como la declaración de los derechos humanos desde la Iglesia católica. Francisco lleva tres años en el Pontificado, y ha expedido una encíclica, muy bella, pero que no implica cambios en los temas anteriormente mencionados. En mi opinión, ha tenido tiempo suficiente para expedir los actos que estén en sus manos para alinear a la Iglesia oficialmente a sus declaraciones, tal y como lo hizo al flexibilizar el procedimiento de anulación matrimonial. Obras son amores, y no declaraciones. Es decir, no basta con opiniones expresadas ante periodistas o ante órganos oficiales de los países que visita, sino cambios “normativos”.

Ojalá y se apure.

Profesor de derechos humanos en la Universidad Iberoamericana.

@CORCUERAS

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