De toda evidencia padecemos la degradación de las instituciones políticas y estamos en riesgo de una crisis insalvable de gobernabilidad. Como nunca son necesarias propuestas claras, estrategias viables y programas de restauración republicana. La mayor parte de los actores políticos se aferran a su sobrevivencia económica y territorial, como si estuviesen hundiéndose en un pantano. Sálvese quien pueda, en vez de un proyecto de salvación nacional.

Emergen propuestas dirigidas a resolver el problema de la fragmentación política, consecuencia de las ambiciones menores y del abandono de las ideologías. Algunas de las sugerencias en boga apuntan a resolver el problema por medio de la segunda vuelta electoral o de los gobiernos de coalición. Ambas son formulas que respetan el juego libre de los partidos y de las corrientes de opinión, pero que buscan mayorías gobernantes. El balotaje, cuyos términos no acaban de definirse, parecería tener dedicatoria, pero en todo caso no soluciona el problema de la composición del gobierno. La propuesta de coalición gubernamental a nivel nacional -como ya ocurrió en la Constitución de la Ciudad de México- permitiría integrar mayorías congresionales y conduciría a la parlamentarización del sistema político mexicano.

En el centro del debate se encuentran ahora los distintos movimientos tendientes a la conformación de un llamado “Frente Amplio”, que fue el lema de las izquierdas en América Latina, y que ahora se presenta como una propuesta de alianzas sospechosas, orientadas a mantener privilegios locales en detrimento de una visión integral del país. Sería la culminación de la refeudalización de la República, patética herencia del foxismo, que sólo conduce a la desintegración de la política y a la prolongación del status quo.

Un “frente guango” —como le llamo— en el cual se contabilizan hipotéticamente personalidades independientes que nunca han dicho apoyarlo, organizaciones sociales que jamás se han pronunciado a su favor y partidos políticos que no han determinado todavía su posición. Se trata de una nebulosa política: castillos en el aire y cavernas en la tierra.

La realidad sigue siendo evidente: las fuerzas políticas conforman un triángulo. Por una parte el gobierno y su partido que a pesar de los descréditos continúan en el poder; el Partido Acción Nacional y sus aliados de derecha; y las izquierdas que, aunque divididas, mantienen la mayoría social y tienen hasta ahora un polo político preponderante.

Bienvenidas las propuestas no partidarias y la emergencia de la sociedad civil en la contienda. Ello no implica automáticamente la aparición de una nueva vía, sino en última instancia el reacomodo de los actores políticos y civiles en torno a los polos existentes.

La propuesta de los nuevos “frentistas” es moralmente cuestionable y políticamente inviable. En su versión más congruente el eje estaría estructurado sobre a una alianza electoral entre el PRD y el PAN. Sin embargo, es altamente improbable que los militantes del partido fundador de la izquierda contemporánea se inclinaran en las circunstancias actuales a favor de dicho amasiato. Sus principales fundadores nos hemos pronunciado enérgicamente en contra. Por su parte el PAN ha manifestado en tonos contundentes y por boca de todos sus precandidatos que sólo aceptarán un abanderado presidencial surgido de sus filas, cualesquiera que sean las alianzas que establezca a nivel nacional. No se retractarán, porque son indispensables en ese proyecto y se saben el objeto del deseo electoral.

Insistir en que el candidato del mazacote podría ser un personaje de la sociedad civil, no es sino una frustrada flauta de Hamelín para meter en el garlito a distinguidos mexicanos que ni siquiera han levantado la mano para tal propósito. Alguna vez me dijo el viejo líder español Fraga Iribarne respecto de la llamada tercera vía, que no era sino un “atasco” en el que sus promotores sólo querían esconder sus orígenes y abogó por la recuperación de las identidades ideológicas.

El verdadero dilema hoy reside en la honestidad política y la abrogación del doble lenguaje. Entre el medro electoral y el proyecto de país. Desde la plataforma de “Por México Hoy” hemos lanzado la iniciativa de la unificación de las izquierdas con el propósito de contribuir a la definición programática y política del polo que nos corresponde en el escenario nacional.

Comisionado para la reforma política de
la CDMX

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