Texto:Andrea Ahedo


Dos médicos jaliscienses han salvado y mejorado la vida de 12 personas que sufrieron accidentes con graves afectaciones en el cráneo. Juan Eduardo Pérez de la Fuente y Javier de la Peña, quienes laboran en un hospital que atiende gente de bajos recursos en Guadalajara realizan con una impresora 3D prótesis craneales 95 % más baratas que las que actualmente se piden al extranjero, principalmente de Suiza, por las que se pagan hasta 250 mil pesos. 

 

Hasta ahora las prótesis elaboradas por los tapatíos no han costado más de 10 mil pesos y ambos doctores han donado su trabajo para que los costos sean aún más accesibles. A pesar de sus logros y de la mejora de los pacientes, no han recibido ayuda del  Hospital Civil de Guadalajara, donde trabajan. 

 

“Operamos una serie de pacientes en el hospital, a todos les fue excelente, las piezas embonaron a la perfección, puesto que con el conocimiento que hemos desarrollado sabemos cómo hacer piezas anatómicamente perfectas: es como un rompecabezas, si no embona perfectamente no queda”, cuenta el cirujano plástico Juan Eduardo en entrevista con EL UNIVERSAL.

 

Antes de que Pérez  y de la Peña se aliaran para realizar este apoyo, los pacientes que no contaban con el dinero suficiente para pagar sus prótesis debían buscar apoyos extras en organizaciones. Y en las peores situaciones, vivir con el defecto craneal con el riesgo de poder morir al tener el cerebro sólo protegido por la piel.

 

Éxito en el quirófano

 

Juan Eduardo, de 38 años, a quien le llaman ‘Juane’, se dedicaba por completo a operaciones para corregir el labio leporino y paladar hendido en menores de edad; hasta que tuvo su primer acercamiento a los accidentes craneales cuando en agosto de 2015 conoció el caso de Christian, un adolescente que permanecía grave en terapia intensiva.

 

Christian tenía 12 años cuando cayó de la azotea de su casa por un descuido al jugar; el golpe fue tan fuerte que se fracturó las dos piernas y su cerebro se inflamó. Como solución, los neurocirujanos a cargo decidieron quitarle una parte del cráneo para que su cerebro se desinflamara.

 

La solución era implantarle una prótesis para sustituir el pedazo de cráneo con polimetilmetacrilato, material que a falta de moldes, los neocirujanos pasan hasta dos horas adaptando al cuerpo del paciente en el quirófano después de calentarlo a más de 100 grados, lo que podría provocarle quemaduras.

 

El precio de tal prótesis era de 21 mil pesos, pero su familia, dedicada a la venta de verduras en los tianguis de su estado, no podía pagarlo. Su madre, Verónica Languren dice “no contábamos ese dinero, fueron días muy difíciles”. 

Al conocer la situación económica de la familia y las desventajas de moldear el material durantela operación, ‘Juane’ y Javier le plantearon a la doctora encargada la posibilidad de desarrollar moldes para la prótesis de Christian a partir de la tecnología. Así fue como de su bolsillo compraron una impresora 3D, que  les costó 22 mil pesos. Los médicos previeron que con un molde basado en las medidas del cráneo podrían hacer la prótesis de polimetilmetacrilato desde un laboratorio y ya no en operación. 

 

“Un día llegó el doctor Juane y me explicó cómo sería la nueva placa. Era mejor y estética. Ellos realizarían una tomografía del cráneo de Christian y basados en ésta harían un molde para sustituir el pedazo que faltaba. Yo respondí que adelante, porque sus palabras me dieron confianza”, cuenta Verónica. Lo único que pagó la familia de Christian por esta pieza fueron 2 mil pesos. 

 

El perfil de Christian lo hacía apto para que se le implantara una prótesis, pero no es el caso de todos los pacientes que tienen daños severos en el cráneo, como lo explica De La Fuente: “Los neurocirujanos determinan la edad adecuada para operarse, cuando el cráneo no pueda crecer más, dependiendo del desarrollo de cada individuo, pero en menores de 12 o 13 años no se recomienda hacer una operación para implantar una prótesis”.

 

Apoyo a familias con bajos recursos

 

Tal es el caso de José Gerardo, un niño de 7 años a quien Juane y Javier le imprimieron en 3D un casco especial. A los cinco meses de edad, a José le detectaron un hematoma entre dos membranas del cerebro. Desde entonces, ha sido sometido a diferentes operaciones. El primer casco lo necesitó a los dos años, para proteger sus primeros pasos. En ese entonces, lo realizaron en la Ciudad de México, pero necesitó uno nuevo cuando creció, que le pusieron a los 4 años. 

 

La madre de José, Ana María, intentó buscar apoyo en  Zamora, Michoacán, donde residen, pero no lo consiguió. Ana María asegura que la situación no fue fácil “yo fui a un hospital donde me cobraban alrededor de 700 mil pesos por atender a mi hijo, gasto que yo no podría hacer… y para hacerle el casco eran como 25 mil pesos”.

 

Un médico la presentó a Juane, quien tomó el caso: “hicimos el casco a partir de un diseño digital que se mandó a hacer con una impresora 3D industrial, pues la que tenemos en realidad es para hacer cosas más pequeñas. Este casco es maravilloso, además de protegerlo le viene exacto a la cabeza, por lo que no necesita correas”. 

 

Mientras José Eduardo sólo hace preguntas sobre su nuevo casco desde hace cuatro meses,  su mamá agradece que pudo encontrar ayuda para su hijo y al alcance de sus posibilidades, pues al pieza de José costó 8 mil pesos. Los profesionales y ella esperan que cuando el pequeño cumpla la edad ideal, puedan realizarle una prótesis que le funcione de por vida.

 

Sin respaldo

 

En 2016, Juane y Javier realizaron un protocolo para dar inicio a la fabricación de estos moldes y lo presentaron al Comité de Ética del Hospital Civil de Guadalajara, acordaron que su trabajo intelectual, que abarca el diseño e innovación de materiales sería donado por ellos y los neurocirujanos por un año. Tiempo en que se les permitió realizar moldes experimentales durante para demostrar su viabilidad.

 

Hasta ahora todos sus casos han sido exitosos y ningún paciente ha rechazado la prótesis. Sin ellas,  las familias de los 12 pacientes que los cirujanos han atendido hubieran tenido que pagar grandes cantidades que no hubieran podido cubrir con lo que ganan trabajando. Pues sólo han pagado el material que se compra por cartucho.

 

El cirujano Javier de la Peña indica que para ayudar a cuatro personas al mes, aproximadamente, se necesitarían más de 2 millones de pesos para la implementación de un laboratorio con cuatro impresoras 3D —cuyo costo aproximado es de 150 mil pesos— que permita realizar un molde de prótesis a la semana, además del personal para todo el proceso de diseño que se requiere.

 

Las prótesis craneales fueron sólo el primer paso para los cirujanos, pues pretenden hacer algunas de pies o de dedos próximamente.

 

Sin embargo, recalcan que el apoyo es inminente; de otra manera tendrían que abandonar el proyecto. La manera en la que se ha manejado hasta el momento, según dicen, sólo es trabajo extra de sus responsabilidades diarias en el hospital.

 

Al terminar su protocolo para implantar las prótesis, ambos médicos redactaron un artículo sobre su labor para una revista científica que se publica en Estados Unidos, con lo que esperan más recursos. “Nos gustaría que nos ayudaran a comercializar esto de una forma altruista”.

 

“Me parece que ganamos más haciendo las cosas de esta forma y los pacientes son gentiles como para dejarnos hacer esto con sus casos. Por otra parte, los médicos de neurocirugía no lo harían si no estuviera regulado. A nosotros nos dan la oportunidad para crecer, yo soy médico, no empresario. Cada paciente que ayudamos me da una satisfacción, veo las prótesis como un trabajo artístico”, señala Juane.

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