Los mexicanos somos unos hipócritas. Y digo somos, porque en algún momento me he equivocado con alguna acción que amerita dicho calificativo. No puede ser que por un lado nos inflemos el pecho al momento de cantar el himno nacional previo al partido de la selección de fútbol —que saca nuestro lado patriotero más que patriota—, y que unos minutos después bajemos nuestros valores a nivel porril, con comportamientos fuera de toda conducta social apropiada.  
La Federación Mexicana de Futbol intentó generar una campaña para erradicar los gritos, respetar el himno de Costa Rica y evitar cualquier tipo de roce. Afortunadamente, no hubo incidentes de violencia grave antes, durante y después del partido, pero se volvió a escuchar el “ehhhhh puto” cuando despejaba el portero costarricense y un fuerte abucheo al final de su himno.

El ejemplo que le damos a nuestros niños es terrible. En algunos casos se ve a los padres invitar a los pequeños a gritarle al rival, a los árbitros, a la persona que está a un lado, cuando ni siquiera saben el significado de lo que gritan. Y esto lo hemos visto mucho en el fútbol, pero sucede en muchos otros deportes y ámbitos de nuestra vida. No hay respeto por la autoridad y eso es muy peligroso.

Es cierto qué hay algunos elementos de nuestras autoridades que al no cumplir con su labor como se debe, originan estas faltas de respeto, pero nada justifica que el ejemplo que debemos ser para nuestros hijos, se transforme en un libertinaje que se hace más grave cuando les decimos que “no pasa nada”, cuando es claro que hemos actuado mal.

Ahora nos avergonzamos después de que el ex director del periódico La Prensa robó la camiseta del mariscal de campo de los Patriotas, Tom Brady (y le descubrieron algunos artículos más), pero no nos apenamos al dar una “mordida” o al tratar de  llegar a nuestros objetivos por el camino más fácil. Eso es ser hipócrita y no es lo correcto. Tampoco aseguro que todos los mexicanos se comporten de esa manera, porque quien generaliza absuelve, pero ejemplos de esto hay muchos.

Mientras sigamos con las quejas por todo lo que no nos parece, pero no cambiemos como sociedad y nos comportemos a la altura de lo que exigimos, México seguirá atascado en el pantano de la corrupción e impunidad. Porque tenemos que ser sinceros, no hacemos mucho para corregir situaciones que pudieran parecer “sin importancia”, pero que en la formación de las nuevas generaciones son vitales.

Cosas tan sencillas como no estacionarse en doble fila, respetar los lugares de discapacitados, dar el paso al peatón o separar y tirar la basura como se debe, son las que hacen la diferencia de la familia hacia afuera. Con esas bases, los niños ya aprenderán el resto de lo que necesitan para crecer como buenos ciudadanos y no sólo inflarse el pecho cuando México juega en el Mundial o gana una medalla en unos Olímpicos.

Tenemos que ser conscientes de que lo que hacemos como adultos influirá en el futuro de nuestros hijos y dejarnos de la hipocresía que nos ha caracterizado a muchos de nosotros y no nos deja avanzar como sociedad.


 Profesor 
prensa@anv.com.mx

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