En las pasadas semanas el debate político de Estados Unidos se ha venido intensificando por las evidentes presiones electorales, en donde la retórica xenofóbica de Donald Trump contra los migrantes mexicanos, así como la intención de prohibir la emisión de visas a personas provenientes de países árabes o de religión musulmana son sólo unos ejemplos, a todas luces vergonzosos, de la desesperación por atraer la atención de los medios. Esa campaña estridente ha abierto añejas fisuras en la nación que durante décadas ha promovido la aceptación de la diversidad racial, étnica y religiosa con la premisa de que una sociedad “políticamente correcta” habría de derribar esas rancias barreras que, como se ha demostrado, están latentes en la forma de pensar de una gran parte de la población más conservadora de ese país.

La retórica política del líder débil esconde sus preceptos falsos detrás de una posible o inexistente amenaza externa. En estos casos la realidad arroja una lección valiosa al rechazar los dogmatismos y evitar el extremismo. El primer caucus del estado de Iowa indicó que la ofensa no supera la propuesta y que los conservadores han iniciado la búsqueda de un líder como Ted Cruz con formación política y más joven.

Por otra parte, la recomposición política en España aún no logra vencer resistencias de las fracciones radicales que le permitan formar un gobierno tras las pasadas elecciones. En la Gran Bretaña el primer ministro propone un referéndum para la permanencia de ese país en la Unión Europea, cuyo resultado puede costarle hasta el puesto. De igual manera se observa un reacomodo en la retórica de la canciller alemana, Ángela Merkel, para redefinir los alcances de la política de puertas abiertas que por presiones políticas se propone la eventual repatriación de los migrantes —léase deportación— una vez que la violencia de Siria sea sustituida por un nuevo gobierno resultante de las conversaciones en Viena.

La decisión de levantar el embargo comercial, así como los acuerdos para la construcción de plantas nucleares a Irán llevó a su presidente a una gira en Europa, en la que se obligó al gobierno italiano a cubrir estatuas clásicas que por su desnudez pudieran ofender a su distinguido visitante, quien además generó un diferendo serio en Francia al solicitar que no se sirviera vino en la cena de bienvenida. Por ello el presidente François Hollande ordenó suprimir ese evento. En ambos casos es notable ver como dos grandes naciones europeas conceden sus respectivos protocolos con el fin de rescatar el acceso a una poderosa economía con un mercado de más de 80 millones de personas con grandes demandas.

En este mosaico de sucesos es posible identificar una corriente de comportamiento político del liderazgo en el Estado moderno, donde las instituciones son elementos que le dan prestigio a sus modelos democráticos y sistemas económicos.

Más allá de buscar salidas fáciles y confrontaciones abiertas, los líderes europeos no caen en el juego de la provocación y proceden con un gran pragmatismo para adaptarse a un sistema internacional que entre sus múltiples dislocaciones abre espacios para la obtención de nuevos negocios internacionales.

Lo que realmente trasciende son los liderazgos que buscan conciliar mediante la propuesta de avanzada. Por ello cuando hay voces que urgen la toma de decisiones tajantes, los liderazgos exitosos optan por la prudencia. Liderazgo es también renovación y progreso, sin perder de vista que el objetivo más alto es conducir el destino de la sociedad hacia niveles de mayor calidad moral y corresponsabilidad social en la convivencia cotidiana, así como proponernos resolver de manera ordenada un modelo de migración en América. El mejor ejemplo de un liderazgo prudente lo tendremos en México con la visita de su santidad el papa Francisco.

Rúbrica. El amor en los tiempos del zika. ¿Y no habrá casos de “microcefalia política”?

Político, escritor y periodista.

@AlemanVelascoM

articulo@alemanvelasco.org

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses