El acuerdo nuclear firmado entre Irán y las potencias hace unas semanas ha generado una verdadera avalancha geopolítica. Los más importantes enemigos y rivales de Teherán en la región han comprendido que: (a) el acuerdo difícilmente tiene reversa, (b) el acuerdo detiene temporalmente el proyecto nuclear iraní, pero le legitima como potencia nuclear, lo que tendrá repercusiones en los equilibrios estratégicos de largo plazo, y (c) de manera no menos importante, el acuerdo fortalece a Irán en el corto plazo pues, tras la liberación de sanciones, catapulta su capacidad de mantener y quizás ensanchar su esfera de influencia. Para contrarrestar los efectos de largo plazo, los enemigos de Irán cuentan aún con algo de tiempo y con un abanico de opciones que están ya siendo consideradas. Pero antes del largo plazo, el problema para esos países se presenta de manera mucho más inmediata. Es decir, además de la liberación miles de millones de dólares congelados, se espera un flujo masivo de capitales y negocios que ven en Irán un gran mercado y una importante  fuente de gas y petróleo. Esto se suma a la cercanía que se da entre el equipo de Rouhani y sus contrapartes occidentales, quienes ya trabajan en desactivar el aislamiento diplomático al que Irán había sido sometido. Por tanto, dichos rivales de Teherán no han esperado ni unos días para tomar las primeros medidas en un intento por contrarrestar algunos de estos efectos. Me concentro en tres casos:

1.     Arabia Saudita. Desde que asume el trono este mismo año, el rey Salman previó lo que hoy sucede, por lo que sus pasos han sido muy cuidados desde entonces. Menciono algunos: (a) La intervención militar saudí en la guerra civil de Yemen para detener el avance de los Houthis, grupo chiíta apoyado por Irán. En este asunto hay un tema adicional: la monarquía saudí no solo no informó a Washington antes de iniciar su intervención militar, sino que trabaja fuertemente para intentar hacerle chocar con Teherán, quien hoy apoya al bando contrario al que apoya la Casa Blanca; (b) La creación de una fuerza militar conjunta formada por 40 mil efectivos de varios países sunitas afines a la monarquía saudí; (c) La reconciliación con dos potencias rivales clave, Turquía y Qatar, con el fin de golpear a Irán en distintas esferas, una de ellas, la guerra civil siria; (d) Relaciones de cercanía y cooperación, aunque no públicas o reconocidas, con otro de los grandes enemigos de Irán: Israel; (e) Un notable intento por aproximarse tanto a Rusia como a China; y (f) Su más reciente movimiento: el intento por recuperar su influencia sobre el grupo Hamás- la organización islámica que controla la Franja de Gaza- a través del ofrecimiento de convertirse en su principal fuente de financiamiento, buscando con ello contrarrestar la influencia que Irán estaba recuperando sobre esta organización, y la cual seguramente hubiese incrementado tras la liberación de las sanciones económicas a Teherán.

2.     Turquía. A pocos países hemos visto tan activos en la esfera militar como lo ha estado Turquía en estos últimos días. Finalmente Ankara accedió a permitir a Estados Unidos el utilizar sus bases aéreas para bombardear al grupo ISIS en Siria. Adicionalmente, la propia Turquía está atacando a ISIS dentro y fuera de su territorio, además de haber roto su tregua con los militantes kurdos, y expresar su decisión de establecer una franja dentro de Siria que quedará bajo su estricto control. Con estos pasos, Ankara no solo está buscando contener el avance de ISIS. Erdogan también comprendió las implicaciones del acuerdo nuclear entre Irán y las potencias y decidió que había llegado la hora de: (a) hacerse verdaderamente indispensable ante Washington en un tema que le es absolutamente estratégico a la superpotencia, con el fin de vender muy caro su apoyo a la Casa Blanca y poderlo cobrar a conveniencia, y (b) intervenir de manera mucho más activa y directa en la guerra civil siria, para intentar asegurar que el desenlace de este conflicto no resulte favorable a los intereses de Irán.

3.     Israel. Netanyahu es probablemente la figura que ha expresado con mayor vehemencia su oposición al pacto firmado en Viena entre Irán y sus contrapartes. Esto es porque Israel ha comprendido que el debate dentro de Estados Unidos apenas comienza. Este debate no se limita exclusivamente a la discusión dentro de los 60 días que el Congreso estadounidense tiene para pronunciarse al respecto del acuerdo nuclear. El debate permeará, sin lugar a dudas, la competencia electoral que ya ha arrancado en ambos partidos y se prolongará el año entrante hacia las campañas. Recordemos que lo que se firmó con Irán no es un tratado a perpetuidad, sino un acuerdo que pudiera ser abandonado por cualquiera de los firmantes en cualquier momento que sintiera que la otra parte no está cumpliendo con sus compromisos. Por ende, Israel está buscando mostrar su peso, sobre todo con la oposición de Obama, en términos de la polémica desatada en Washington. No necesariamente porque con  ello el acuerdo nuclear se vaya a revertir, sino con tres objetivos primordiales: (a) Israel buscará asegurarse en todo momento de que Irán sea percibido como enemigo y no como amigo de EU, de modo que, independientemente de la cuestión nuclear, la Casa Blanca se vea continuamente presionada a combatir o contener la actividad de Irán en toda su esfera, (b) Asegurar la presión sobre la Casa Blanca de modo que ésta tenga que estar constantemente sometiendo reportes actualizados al Congreso sobre el cumplimiento cabal de lo acordado con Irán, con el fin de que dicho acuerdo pueda ser continuamente cuestionado y quizás, en última instancia abandonado por una futura administración, y (c) Aprovechar el hecho de que la Casa Blanca, tras sus negociaciones con Irán, ahora querrá compensar a Israel mediante concesiones y acuerdos paralelos en materia militar y en otras áreas.

Como vemos, las ramificaciones de lo firmado en Viena apenas se empiezan a sentir. Obama ha querido pasar a la historia, y vaya que con el uso de la diplomacia, en más de un caso se lo ha ganado.  La cosa es que uno quisiera que la diplomacia fuera siempre una herramienta para construir entornos, si no de paz, al menos de mayor estabilidad, pero en esta ocasión, para ser honestos, los resultados de las negociaciones diplomáticas parecen estar generando demasiadas repercusiones en demasiado poco tiempo, como para pensar en paz o estabilidad, lo que nos invita a una discusión distinta pero que tendremos que efectuar en otro momento.

Analista internacional.

@maurimm

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