“Dos semanas, ocho atentados, 247 víctimas”, se titula un reporte especial del NYT. Aunque ello no denota una tendencia nueva, estamos, sin duda, sintiendo fuerte el franco crecimiento del fenómeno, lo que no solo se refleja en la cantidad de víctimas mortales, sino en el grado de exposición mediática que los ataques han adquirido, uno detrás del otro. Si estos atentados tienen o no tienen vínculos entre sí, para las audiencias eso deja de importar pues todo forma parte de una misma cadena de eventos narrativamente conectados. Parte de lo que hemos compartido en este espacio, tiene que ver con cómo es que la gran mayoría de ataques terroristas no se comete en países occidentales. Sin embargo, estamos ante dos fenómenos paralelos: (b) El número de ataques terroristas a nivel global, sigue aumentando, y (2) La proporción de los ataques que son cometidos en Occidente, también está creciendo. De modo que, más allá de explicar atentado por atentado, es necesario intentar una mirada panorámica de lo que está pasando.

Para ello, vale la pena efectuarse preguntas como las siguientes: (a) ¿Cuáles de estos ataques pueden ser considerados terroristas y cuáles no? y, en todo caso, ¿por qué es importante saber la diferencia?, (b) ¿En cuáles de estos hay participación de alguna organización mayor, y en qué grado? ¿En cuales opera una o varias células y de qué tamaño son esas células? ¿En cuáles de estos ataques, opera una sola persona? ¿Cuáles son las conexiones, si las hay, entre ese individuo, minicélula, célula o células con las organizaciones mayores?, y nuevamente, ¿de qué nos sirve saberlo?, (c) ¿Qué patrones estamos encontrando en los ataques recientes?, y (d) Considerando que el terrorismo sigue aumentando año con año, ¿se está entendiendo el fenómeno, sus motores y sus potenciales vías de salida? ¿Es posible decir que existen estrategias integrales y colaborativas por parte de los países que están padeciendo este mal? ¿Se vislumbra alguna luz en el camino? Obviamente no se trata de responder a todo eso acá. Las preguntas se ofrecen solo como guías para la reflexión, pero intentemos al menos iniciarla con algunas ideas.

Primero retomo este párrafo de un texto previo: El terrorismo no es violencia excesiva o extrema a secas, sino violencia premeditada y perpetrada para generar terror en terceros, para afectar el sentido de seguridad de esos terceros, y de ese modo transmitir mensajes, reivindicaciones, alterar sus conductas, sus opiniones, sus actitudes, ejercer presiones políticas, proyectar capacidad de daño hacia unos y/o poder de atracción hacia otros. Por consiguiente, el acto terrorista no se consuma sino hasta que el hecho violento, con todo su potencial de daño, es transmitido, reproducido y comunicado a esos terceros –los verdaderos blancos del ataque-, y el mensaje, explícita o implícitamente, llega a su destino. Por supuesto que, a las siempre lamentables víctimas de un atentado, las directas y las indirectas, les es irrelevante conocer la naturaleza o móviles del ataque. Sin embargo, para quienes estudian estos fenómenos y trabajan continuamente en idear maneras para reducir su impacto y frecuencia, resulta esencial determinar cómo se planea y se implementa un atentado, cuáles son las conexiones entre ese atentado y las condiciones locales e internacionales en que se produce, cómo se detona la relación entre ese atentado, los medios de comunicación y hoy, las redes sociales, y cuáles son los efectos políticos y psicosociales, entre otros, que ese ataque acarrea.

Segundo, el Índice Global de Terrorismo del 2015 indicaba que solo 0.5% de muertes por terrorismo en los últimos años ocurría en países occidentales. Hace unos días, sin embargo, una gráfica del Washington Post, exhibe que esto ya no es así. Según mis cálculos, el 0.5% del año pasado, se ha convertido en 2.2%. Si bien el porcentaje de muertes por terrorismo en Occidente sigue siendo bajísimo en comparación con otras partes, lo que estamos viviendo en estas fechas es: (1) la sensación de cómo ese porcentaje crece (entre 0.5% y 2.2% hay alrededor de 3.4 veces más atentados, y eso se siente fuerte donde sea), y (2) el impacto que los atentados consiguen en medios y redes de países occidentales, el cual dista mucho del impacto que adquieren atentados en otros sitios.

Tercero, hasta el 2015, un 70% de atentados terroristas en Occidente, se llevaba a cabo a manos de lobos o atacantes solitarios. Sin embargo, hay que considerar varios elementos: (1) Noviembre del 2015 fue quizás un punto de inflexión. Hacía muchos años que en países occidentales no veíamos células del tamaño de las de París-Bruselas operando de manera coordinada durante largos períodos de tiempo, y, sobre todo, células que encontraron cómo evadir los cercos de las agencias de inteligencia. Por ahora, a pesar de que muchas de estas células están siendo desactivadas, otras siguen y seguirán actuando de manera intensa, (2) A esto hay que añadir que, desde hace más de un año, se ha detectado que un importante número de los miles de personas que terminaron en Siria e Irak en las filas de ISIS, han estado regresando a sus países de origen y se han conectado con células locales o han establecido las propias, (3) Asimismo, el fenómeno de lobos solitarios sigue creciendo. Sin embargo, como indican Gartenstein-Ross y Barr en Foreign Affairs, algunos de estos lobos solitarios no son tan solitarios como se cree pues sus conexiones con alguna red mayor o con células de la misma terminan saliendo a la luz. Otros forman minicélulas con conocidos o familiares. Al final, todos estos fenómenos coexisten e incrementan los riesgos. Y a ello, hay que agregar lo esencial: (4) Las operaciones mayores de terrorismo cometidas en países como Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, Nigeria, Somalia, Yemen o Libia, solo por citar unos casos, siguen con la tendencia al alza que ya tenían.

Cuarto, estas múltiples fuentes de ataques terroristas, todas, han detectado la facilidad de atacar objetivos llamados blandos, lo que se ha convertido en un patrón común. Ya no se necesita secuestrar un avión o atacar una embajada para atraer reflectores. La mayoría de atentados está ocurriendo en espacios públicos donde hay poca vigilancia, o ésta es muy difícil de implementar como manifestaciones, desfiles o festejos, cafés, centros comerciales, estacionamientos o zonas de aeropuertos o estaciones previas a los filtros de seguridad, trenes, iglesias o por supuesto, como sucede frecuentemente, mezquitas.

Quinto, sea cual sea la motivación y filiación de estos atacantes terroristas, claramente en los últimos años, estos han encontrado que sus atentados son hoy mucho más eficaces que lo que lo eran hace solo unos pocos años. El impacto mediático que estos ataques consiguen en la era de la inmediatez, de los smartphones y redes sociales, ocasiona que millones de personas compartan fotografías, textos y videos a una velocidad que nunca antes se había visto. Esto hace que en la visión de quien comete el ataque, por mínima que sea la planeación o por casera que sea la implementación de dicho ataque, su vida y lucha por aquello en lo que cree, cobra sentido, lo que incentiva que otros atacantes imiten su acto.

Todo lo anterior debe considerarse en el diseño estrategias integrales para reducir el fenómeno. Algunas ideas mínimas deben incluir: (1) Aprender de los errores y experiencias de los últimos meses y mejorar las labores policíacas y de inteligencia para detectar y desactivar células, así como rastrear a los combatientes que han estado regresando de Siria, Irak y otros sitios, e incrementar la colaboración entre países para reducir las brechas que hoy han quedado expuestas, (2) Idear medidas que, sin vulnerar la convivencia democrática, reduzcan los riesgos en objetivos blandos –estaciones, plazas, centros comerciales, estadios, entre muchos más-, algo que no es simple de lograr, pero en lo que obviamente se tiene que trabajar cada vez más, (3) Estudiar más, entender y abordar hacia el mediano y largo plazos las causas raíz de la radicalización de terroristas en países occidentales, sin descuidar lo esencial y quizás más complicado de todo: (4) Trabajar de manera multilateral y colaborativa para coadyuvar en la estabilización y pacificación de todas y cada una de las fuentes mayores del terrorismo a nivel global, lo que incluye sitios como Siria, Irak y Afganistán, entre muchos más. Algunos de los puntos anteriores han empezado a entenderse. Pero hace falta un trabajo mucho más comprehensivo sobre el tema. Mientras eso no ocurra, los atentados grandes y pequeños, tristemente seguirán siendo nota cotidiana.

Twitter: @maurimm

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