Aunque los representantes de la mayoría y el partido más fuerte de la oposición (Morena) han dicho que no procede la segunda vuelta, he leído, en estos días, una serie de interesantes artículos sobre el particular y por aquello de enriquecer la conversación pública, aporto mis argumentos.

La propuesta de una segunda vuelta para el proceso presidencial del 2018 me parece inoportuna e infecunda, en el contexto actual, por las siguientes razones:

A) Es inevitable leerla con nombre y apellido. Es una iniciativa que tiene a López Obrador en la mira. No creo que ninguna ley de la República deba tener un destinatario, pero invito a reflexionar a los que así piensan, qué ocurriría si con su segunda vuelta una mayoría sociológica decidiera cambiar (en vez de mantener) el statu quo. Tendrían entonces a un López Obrador con un potente mandato para desarrollar su programa, sin los contrapesos que la pluralidad permite. Ojo. Lo mismo opiné en 2012 respecto a la posibilidad de tener un PRI mayoritario.

B) Un segundo elemento tiene que ver con la desconfianza que el sistema electoral mexicano suscita.  Si la primera vuelta es impugnada y la diferencia entre el segundo y tercer lugar, por ejemplo, fuese de unas décimas, se puede imaginar que el alegato sería que se hizo fraude para excluir al candidato más contestatario. Un sistema electoral no confiable lo es en una vuelta y a fortiori en una segunda. La derrota debe ser aceptable en cualquier circunstancia.

C) Un sistema no confiable se enfrenta con regularidad a la paradoja de la inaceptabilidad de la derrota. Imaginar una segunda vuelta similar a la peruana o la ecuatoriana, con un candidato derrotado por una mínima diferencia, es diferir la solución del problema.

D) Un sistema de dos vueltas reduce la dispersión en la segunda vuelta, pero fomenta la atomización genuina o inducida en la primera. Si en el Estado de México, por ejemplo, primero se bloqueó una vez más la posibilidad de una alianza PAN-PRD y una vez disuelta, se golpeó a la candidata panista y buena parte de la operación política consistió en reforzar a Zepeda para disminuir a Delfina, en el 2018 claramente se buscará dar oxígeno al mayor número de candidatos, no del todo representativos, para tratar de restar competitividad al puntero, con lo cual favoreceríamos la pervivencia de una política de los acuerdos secretos y las componendas.

E) Como ha dicho María Marván, el sistema electoral es caro. Una segunda vuelta lo encarecería aún más. Y agrego, es cansino y repetitivo. ¿Tendríamos más spots? ¿Obligaríamos a los punteros a un debate? La fatiga electoral es un riesgo que no podemos omitir.

F) La complejidad del sistema de impugnación mexicano desaconseja abiertamente esta posibilidad. Un ejemplo viene a cuento. Los mexiquenses votaron el 4 de junio y hasta mediados de agosto quedarán liberadas todas las impugnaciones. No me queda claro si la segunda vuelta, en caso de instrumentarse, tendría que hacerse una vez que se resuelven las impugnaciones o se convocaría sin éstas resueltas.

Me parece más provechoso pensar en una legislación más restrictiva en materia de acceso al financiamiento público para aquellos candidatos que no rebasen un umbral determinado y volver así, más limitativo el régimen para partidos pequeños, satélites y poco representativos. La segunda vuelta deberá esperar un contexto más propicio.

Analista político.
@leonardocurzio

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