San Diego. Esta semana volverán a reunirse en Canadá los líderes de América del Norte en una cumbre que ha sido tan discontinua como importante. Que los integrantes del TLCAN se junten es un mensaje político significativo, en estos tiempos en los que la retórica desfavorable ha sido tan eficaz como arma de campaña del Partido Republicano que, cosas de la vida, fue el artífice del instrumento. Que los países que integran el espacio norteamericano discutan sus agendas y manifiesten la importancia que tiene para cada uno de ellos (y para la región en su conjunto) la integración económica, puede ayudar de una manera eficaz a posicionar un mensaje que cada uno de los países por sí solo no puede hacer: América del Norte es una comunidad de intereses muy relevante y en consecuencia, ninguna de sus partes puede ser estigmatizada sin que esto tenga consecuencias para el conjunto.

El tema tiene una enorme relevancia por dos razones. La primera es obvia: la retórica intransigente de Trump ha sido un irritante permanente en estos meses. La segunda, porque en el juego de las intersubjetividades (la forma en que nos vemos unos y otros) México tiene un balance de opiniones en Estados Unidos que lo acerca más a países distantes y potencialmente rivales (como Egipto, Jordania o incluso Rusia) que a países cercanos, propicios y amistosos (como Canadá o Alemania). México debe esforzarse (con una política de Estado) en reducir esas brechas y trabajar con esmero e inteligencia su imagen de marca y su reputación. Es prioridad de la política exterior mejorar la percepción que se tiene de México en ese país, pues en una democracia como la americana, la confección de dicha política descansa en gran medida en las tendencias de la opinión pública y si en un extremo quisiésemos aislarla, no hay duda de que en las campañas electorales, un país con mala imagen corre el riesgo de ser usado como piñata electoral (cosa que ha ocurrido).

Hay mil cosas que contar. Por ejemplo, el viernes concluyó el Taller Jack F. Ealy sobre la visión de futuro y pude constatar (en un panel y en la práctica) la muy fluida y productiva relación binacional que hay en la región Tijuana-San Diego (empezando por un aeropuerto binacional). Nos hemos acostumbrado tal vez a que las cosas ocurran sin hacernos demasiadas preguntas, pero vale la pena preguntarse ahora: ¿Y si ganara Trump? Los líderes de los tres países que en 2014 hicieron una muy contenida celebración del TLCAN ahora cantarán sus virtudes porque los bárbaros están atacando sus murallas. Pero siendo relevante esto, me parece que México debe profundizar el tema de su proyección externa (la estrategia fue recientemente retocada) y América del Norte requiere de nuevas ideas. Repetir las cifras del enorme éxito que ha sido el TLCAN (cosa que es cierta) no parece ser ya una retórica que entusiasme ni a las burocracias comerciales. Hace falta algo nuevo, dinámico, movilizador. A un matrimonio de más de 20 años lo puede cohesionar el que un tercero (Trump) lo quiera romper, pero como decía Pablo Milanés: “a esta unión de nosotros (TLCAN) le hace falta carne y deseo también”.

Analista político.

@leonardocurzio

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses