El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha definido el rumbo de la economía mexicana, su renegociación lo continuará haciendo.

La postura de México y Canadá es defensiva, conservar lo que se tiene. Representa la respuesta instintiva al planteamiento de Donald Trump, “America First”, que en sólo tres días fulminó la negociación de siete años del TPP y que hoy tiene en vilo el destino del TLCAN.

El resultado de la renegociación del TLCAN será el costo de “dormirse en sus laureles” para los arquitectos de la política mexicana, una factura que pagará la economía y sociedad mexicana.

Constituye el costo de haber delegado la responsabilidad del crecimiento al comercio con Estados Unidos. La consecuencia natural de la monoglobalización mexicana: muchos tratados comerciales firmados en donde sólo uno genera un intercambio económico vigoroso.

En el mejor de los casos, para los defensores del TLCAN, el acuerdo no sufrirá grandes modificaciones, todo quedará como antes de que Donald Trump irrumpiera en el escenario político de Estados Unidos. Para México representaría blindar el modesto crecimiento de 2.5% anual.

Existe la posibilidad de que ello ocurra y en gran parte dependerá de la posición y presión que adopten las empresas trasnacionales de Estados Unidos. La negociación oficial se dará entre los tres gobiernos; sin embargo, “el elefante en el cuarto” será el de los intereses económicos dominantes de las empresas trasnacionales que tienen la capacidad de influir tanto en el gobierno, congreso y medios de comunicación en Estados Unidos como en los correspondientes de México y Canadá.

Para los defensores del TLCAN el escenario deseable es una negociación rápida, que termine a inicios de 2018. Ello implicaría dos posibilidades básicas. La primera que el gobierno de Donald Trump modifique su posición de realizar grandes modificaciones al TLCAN y a cambio busque una salida política. La segunda que México y Canadá terminen cediendo a los objetivos del gobierno de Estados Unidos, algo probable.

Ninguna de las dos representa una alternativa para crear una plataforma productiva en América del Norte, capaz de enfrentar el desafío que viene del Pacífico asiático y la India, en donde el desarrollo de patentes y el incremento de sus capacidades productivas en manufacturas le permiten crecer a niveles superiores a 4% y en algunos casos a 6%.

Tan sólo China concentra 24% del valor agregado de la manufactura global y casi 20% del PIB industrial. Por ello son los proveedores de insumos intermedios en América del Norte.

¿Por qué es relevante lo anterior? La renegociación del TLCAN tiene en su corazón a las manufacturas, la génesis de la inconformidad existente en varias regiones industriales de Estados Unidos por la pérdida de empleo e inversiones. Más de 90% de las exportaciones de México están vinculadas al sector industrial, sin una visión que genere acuerdos con una nueva visión global el resultado de la renegociación del TLCAN será limitado.

El problema es que el punto de partida es de visión local, la propuesta de Donald Trump intenta recuperar el pasado y la posición de México y Canadá tratan de preservar el pasado: el primer caso quiere volver al punto de partida, antes de perder empleo, sus socios comerciales al momento en donde la apertura comercial era la corriente económica en boga.

Ninguna de las dos posturas responde a los desafíos actuales de la globalización, una nueva etapa que tiene al Pacífica asiático como la región que basó su crecimiento y desarrollo en un Capitalismo de Estado que impulsó la construcción de infraestructura moderna, educación tecnológica, creación de poderosas empresas nacionales de calidad global y una estrategia de comercio internacional supeditada a los intereses de su país.

Desde México, la renegociación del TLCAN no ve al futuro, su análisis de las tendencias de la economía global se encuentra atrapada por una visión local, monoglobalizadora, enmarcada por la comodidad de una creencia dogmática: la firma de tratados de libre comercio es suficiente para que la economía tenga un mejor desempeño.

Otro problema es el reloj político, se intenta concluir antes de que inicie el proceso electoral de 2018, algo poco deseable para un tratado que tiene alta incidencia sobre la economía, tan sólo las exportaciones a Estados Unidos y Canadá contabilizan cerca del 28% del PIB mexicano.

Director del Instituto para el Desarrollo
Industrial y el Crecimiento Económico

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