Con un sentido adiós a Rafael Tovar y de Teresa

Códigos del pasado. El antiguo régimen mexicano se esforzaba en darle sentido a algunos comportamientos políticos, aparentemente sin sentido, en la relación con Estados Unidos. Existía una serie de códigos del gobierno, la flaca oposición y la sociedad (entonces llamada ‘pueblo’). Va un par de anécdotas: un impopular presidente Johnson, arrinconado en su país por las manifestaciones contra la guerra de Vietnam y las espectaculares marchas por los derechos civiles, llegaba a México y paseaba al lado del también impopular presidente Díaz Ordaz, en coche descubierto, entre multitudes —organizadas por el propio gobierno— que los vitoreaban.

En respuesta a este entonces perplejo reportero, un alto portavoz priísta aseguraba que esas muestras de las calles querían enseñarle al visitante la fuerza política y el control del régimen que lo recibía. Otra historia de los mismos años se dio con la invasión estadounidense a La República Dominicana. Entonces, el mismo joven reportero, que se mantenía vinculado a la UNAM y a sus organizaciones estudiantiles, recibió el reproche, también de una voz del régimen, por la falta de movilizaciones contra aquella intervención. México, me decía, necesitaba esas manifestaciones para darle mayor sustento a la posición mexicana contra el intervencionismo.

Más de medio siglo después, asalta al antiguo reportero un sueño o una pesadilla de diciembre, con la pregunta: ¿cómo sería una visita a México de Trump ya como presidente en funciones? No se sabe si se materializará o cuándo. Pero otra eventual presencia aquí del controversial presidente electo, es un escenario a incluir en el análisis o en las especulaciones asociadas a su inminente toma de posesión.

Complejo militar financiero. En muy poco tiempo sabremos también si la democracia estadounidense, con su sistema de frenos y contrapesos —ejemplo universal a través de dos siglos— resistirá una embestida autocrática como la que deja ver el discurso del magnate neoyorquino. Y pronto sabremos asimismo si el equipo con el que se propone gobernar: una combinación de generales, financieros de Wall Street, representantes de grandes trasnacionales e ideólogos del neoconservadurismo, está perfilando una nueva edición del riesgo apuntado por el presidente Einsenhower en los años cincuentas del sigo pasado.

Ike, como se le decía a este condecorado héroe de la Segunda Guerra Mundial, profetizó desde entonces la configuración en su país, para la segunda parte del siglo XX, de un ‘complejo militar industrial’ en el ejercicio del poder real en aquella nación, por encima de las instituciones y los procesos democráticos.

Sin frenos ni contrapesos. A la captura de los más altos cargos de la nación por los exponentes del poder militar, financiero y transnacional, hay que agregar la disposición al incumplimiento de los compromisos de Estados Unidos en el plano internacional, hasta ahora sólo discursiva, de quien encabezará este mazacote de fuerzas e intereses. Y uno de los más vapuleados es el suscrito con sus vecinos, México y Canadá, que culminó con el Tratado de Libre Comercio e América del Norte (TLCAN o NAFTA, por sus siglas en inglés).

A los gobernantes y a los medios del mundo occidental democrático les preocupa el avance desenfrenado (hasta hoy sin frenos ni contrapesos) hacia una alianza con Rusia, de donde provino, de acuerdo con la CIA, la adulteración, a través de hacking, del proceso electoral estadounidense que definió la próxima presidencia y la mayoría del Congreso. Pero hacia el sur del planeta, lo que resalta es la preocupación de los gobiernos y los pueblos de los países y regiones que quedaron en la mira del discurso de campaña de Trump: México y los mexicanos migrantes, entre los más afectados y ofendidos. Habrá que pensar muy bien los mensajes a este potencial visitante, incluyendo los mensajes de la calle, en una realidad que muy poco tiene que ver con la de medio siglo atrás.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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