Contrastes. El despliegue dado hace tres semanas por algunos espacios de los medios mexicanos a un editorial del NY Times cargado de frases derogatorias del gobierno del presidente Peña Nieto, contrasta con el silencio de los mismos espacios a la pieza informativa del Financial Times del lunes —rica en datos y entrevistas al más alto nivel de las finanzas globales— en el que nuestro país aparece como un sitio radiante (bright spot). “Un mercado emergente permanece de pie: México”, empieza el texto del FT firmado, desde esta capital, por Jude Webber, y desde Nueva York, por Pan Yuk.

Estamos ante un sector de nuestro periodismo aferrado a los atavismos del México de varias décadas atrás. En aquel tiempo de euforia patriótica y el control de la agenda por el sistema político, una nota sobre el país en la prensa internacional motivaba silencios sepulcrales o aparatosas indignaciones mediáticas, si la referencia era negativa, y autocomplacencias aldeanas, si era positiva.

Eran tiempos, además, en que la crítica a los poderes solía ser, si acaso, marginal, en la gran prensa mexicana. De manera que una crítica aparecida en los medios de más allá de nuestras fronteras generaba frecuentemente formas de satisfacción vicaria entre informadores nacionales con impulsos cuestionadores pero sin espacios para expresarlos. Lo cierto es que hoy en día, cualquier análisis de contenido de los medios mexicanos muestra la gama de mensajes favorables y desfavorables a los cada vez más diversificados poderes, sin esperar a que llegue un medio internacional a romper las unanimidades del pasado.

Los usos del extranjero. En esta nueva realidad, sin embargo, los usos que hacen algunos medios mexicanos de la prensa extranjera se asocian, igual que ayer, más a una agenda política que a una tarea informativa. La diferencia radica en que, si bien subsiste el clientelismo político en nuestra prensa, éste ya no se asocia al poder cohesionado del antiguo régimen ni a su monopolio sobre la definición de la agenda pública a través de los medios.

Y en estas nuevas condiciones, por ejemplo, una prensa alineada —ya no con, sino contra el gobierno— encuentra beneficioso enmarcar con fuerza de ley o de cosa juzgada el contenido de un artículo de opinión internacional adverso al Presidente o las nuevas acusaciones que le lanzan a su gobierno Kate del Castillo y Sean Penn sin más base que la necesidad de éstos de salvar cara, o algo más.

Pérdida de la inocencia. La pulsión informativa se remite así a un plano secundario. A esta prensa —va otro ejemplo— no le despierta la mínima curiosidad periodística el hecho de que no se haya respaldado en una nota informativa la toma de posición del NY Times sobre un supuesto gobierno mexicano sin cura de la opacidad y la impunidad. Ni que esa opinión haya sido elaborada por un miembro de The Editorial Board centrado en la política estadounidense. Y es que, sobre el regocijo que irradian algunos medios como estaciones repetidoras de la prensa internacional cuando así conviene a la posición propia, una actitud indagatoria permitiría preguntarse si para el diario neoyorquino los asuntos mexicanos ya forman parte de la agenda doméstica de Estados Unidos o, de plano, si existen intereses extraperiodísticos en la otrora catedral del periodismo libre.

La esfera pública mexicana tiende, en buena hora, a perder la inocencia o la ingenuidad frente a la autoridad que en otro tiempo ejercieron pantallas, micrófonos o planas impresas, incluyendo los espacios de los medios internacionales. Pero no lo estiman así los espacios mediáticos nacionales que vendieron como verdades contundentes las opiniones adversas del NYT y ahora ocultan el reportaje del Financial Times. Parecerían querer evitar que lectores y audiencias locales hagan sus propios juicios sobre las cifras y las apreciaciones que aporta la llamada biblia de las finanzas globales para sostener que la economía de México se mantiene a salvo de la tormenta financiera mundial.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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